No tengo hermana, pero tengo Gemela

Hay gente a la que no hace falta conocer para saber que valen la pena. Y no hace falta porque cuando las miras a los ojos, éstos te lo dicen todo. Porque son ojos limpios. Sinceros. Transparentes. 

Y así, son tus ojos, Geme. Desde el primer día que los vi supe que ahí no se escondía maldad alguna. Porque por mucho que intentes parecer una chica fuerte y dura (y ruda) eres de las pocas personas nobles que quedan. Y eso, hoy en día, no es fácil. Lo demás, es todo coraza. Es la coraza de la gente que ha sufrido. 

De la gente que, sin tener un ápice de maldad, lo ha pasado mal. Y se cubre. Se tapa. Pero los ojos, querida mía, no se pueden tapar. Aunque los cierres. Y algunas personas tenemos la suerte de mirar a través de esos ojos. Y de ver el esfuerzo, el sacrificio, la lucha diaria y también la bondad, la generosidad y la entrega hacia quienes quieres.

Y confío. Porque eres de esas personas que generan confianza.
Y cuando eso está, te empiezo a conocer. Y a pesar de que más de una década nos separa, me doy cuenta de que nos parecemos demasiado.
Nos damos cuenta de que no fue el azar el que quiso que nuestros caminos se juntaran. Deberíamos haber sido gemelas, pero nos separaron 10 años antes de nacer. Pero eso no impidió que nos encontráramos. No impidió que seamos confidentes, amigas y hermanas.
La tranquilidad que me da saber que cuidas de todo lo que más quiero, es impagable. La tranquilidad que me da saber que estás ahí siempre que te necesito, también. Porque la mayoría de las veces ni siquiera tengo que decírtelo. Lo sabes. Lo sientes. Lo presientes. Y apareces. Y me haces reír. O me escuchas. O las dos cosas.
Y como no me da ni una vergüenza decir lo que siento, en público o en privado...
Muchas gracias Geme. Por ser. Por estar. Te quiero mucho... 
No tengo hermana, pero tengo Gemela.