No vayas a tocarnos

Publicado el 03 octubre 2015 por Sylvia
Hay dos tiendas de abarrotes a la misma distancia de mi casa, una a la izquierda y otra a la derecha. Fulanito es una persona que a veces hace alguna tarea en la tienda de la derecha. Le llaman por su nombre de pila en diminutivo, como suele hacerse con las personas que tienen alguna discapacidad mental; parece que está en situación de calle o casi, y evidentemente tiene mermada la capacidad cognitiva. Sonríe amplia y bobamente, con bondad en los ojos. Un día, se puso a meter mercancía a la tienda, y ahora ya sabe acomodarla en los anaqueles; ese día que "tomó" el trabajo, le dijeron que "no", pero siguió haciéndolo; le volvieron a decir que "no" la segunda vez que se puso a hacerlo, pero tampoco ese segundo "no" le detuvo. Sé que le daban "algo" antes de que ayudara, o que lo habrían hecho aunque no ayudara, porque he visto a los de la tienda "dar algo" a otras personas con necesidad.
Yo sabía de su existencia, pero no lo había visto hasta hace unos días, cuando esperaba a que me atendieran con mi niña en brazos, y Fulanito pasó junto a nosotras cargando una caja con mercancía; para ser precisa, pasó cargando una caja, regresó y volvió a pasar cargando otra caja. Su movimiento es un poco torpe por lo que nuestros cuerpos se rozaron, la caja rozó mi cabeza, y yo me apresuré a moverme de modo que ni él ni la caja fueran a tocar a mi bebé. Podría haberle pegado a la niña sin querer, pero en realidad me apuraba su suciedad; nada que realmente ofenda el olfato o la vista, pero suficientemente sucio como para ser evidente. La jovencita encargada de la tienda le pidió que tuviera cuidado y dijo "Ay, Fulanito, no entiende". Y es que no entiende igual que nosotros: entenderá a su manera y no somos suficientemente listos como para explicarle bien. Me apené de que mi gesto delatara el "no vayas a tocarnos" que pasó por mi cabeza, pero más me apenó que pasara por ahí.
Recordé que una persona a la que respeto mucho, me contó que Dios trabaja con ella, en relación con la aversión que le produce el olor y el aspecto de la gente que vive en la calle. No hace mucho del incidente con la mujer en situación de calle que me tocó de compañera en el autobús [AQUÍ], así que tal vez Dios también esté trabajando conmigo en esto; nunca pensé que sintiera alguna aversión porque no soy en especial delicada, al contrario, pero apenas me doy cuenta de que es porque siempre he estado a una distancia donde me siento "a salvo".
Silvia Parque