Dicen que los perros se parecen a sus dueños. Yo creo que mis tortugas se parecen a mí. Aunque ya tienen edad para comer verdura, no comen la que les ofrezco, incluso si les hago pasar algo de hambre. La pequeña sí la prueba; come un pedacito, otro, otro más, pero ni de lejos como sus palitos procesados o el camarón seco. La otra, nada; se pone inquieta sin entender de qué se trata el menú colorido.
Silvia Parque