Publicado el 04 julio 2011 por Mariaelenatijeras
@ElenaTijeras
Cada año, tradicionalmente, se han unido en esta festividad leyendas, hogueras, agua, magia y diversos rituales que giran en torno al ensalzamiento del fuego para celebrar la llegada del solsticio de verano. Es el momento de purificar, de enviar al destierro los malos momentos vividos para dejar paso, a través de la hoguera, una nueva etapa cargada de mejores experiencias y buenas energías. ¿Por qué de la hoguera? Su fin es dar más “fuerza” al Sol que a partir de ese momento empieza a “debilitarse”. Aquel atrevido que con su osadía camine sobre las ascuas de la hoguera encontrará buenaventura en el transcurrir del año hasta la próxima noche de San Juan. ¿Por qué del agua? Purificar. Las cenizas de la hoguera llegan al mar para limpiar y borrar todo lo que en ella hemos querido eliminar. Una de las leyendas, es que quien se lava la cara en el agua del mar al dar la medianoche, conservará la belleza eterna. Y el mojarse los pies hace desaparecer los malos espíritus.Pero, ¿realmente es así? ¿seguimos celebrando esa noche por los motivos que nos dicta la tradición? ¿creemos verdaderamente en lo que nuestros ancestros han difundido con el paso de los años o simplemente ha quedado como la excusa para reunirse y llenarse la barriga de grasientos alimentos y alcohol? Al echar la vista atrás puedo ver en mis recuerdos como la tarde del 23 de junio las pandillas de chavalería tras el refrescante baño en el mar, se dirigen a la playa cargados de cualquier cosa que arda, maderas, muebles viejos (a veces con el desconocimiento de los padres) incluso grandes cajas de cartón sirven para hacer la hoguera, que con un muñeco en su punta (cuanto más estrambótico mejor) consiguen crepitar, con mucha suerte, hasta bien entrada la madrugada. Hoy, lamentablemente sorprendida, puedo ver como esa costa, que antaño se convirtiera en una lengua de fuego que llegaba a calentar el agua del mar a los atrevidos bañistas nocturnos, ahora está solamente iluminada por los estrepitosos fuegos artificiales que, a pesar de sus colorines, no consiguen arrancar ese aplauso atronador con el que los transeúntes, situados en la playa, brindaban a los pirotécnicos, una vez finalizado el espectáculo.Gratamente pude contemplar cómo, dos preciosas niñas, acompañadas por su madre, arrojaban al fuego una bola de papel en el que habían escrito sus deseos ¿se perderá también esa tradición cuando ambas niñas dejen atrás su candidez?Hoy, en lugar de cargar con viejos enseres para su quema, vemos como los que en su día fueron niños, ahora acarrean bebidas, comida y una pequeña barbacoa donde carbonizarla. Paseando por la playa, se observa como la alegría y alboroto originario en esta celebración se ha convertido en caras inexpresivas de personas que sentadas en la arena, después del baño, se arropan con toallas esperando el regreso a casa…entonces, aparte de las tradiciones, ¿también se ha perdido el júbilo y el jolgorio que se supone emana de esa noche enriqueciendo al individuo? y si es así ¿Qué es lo que celebran alrededor de la hoguera o armatoste en declive?, ¿ solo sirve para justificar el desmadre y el no trabajar al día siguiente?? Preguntas que sin duda quedaran sin respuesta...