¡Ojalá sientas en tus carnes cada una de las molestias que tengo yo en este momento! Gritó. Quizá así me entenderías, le espetó dándose la vuelta y dejándole con la palabra en la boca. ¿Pues no me dice que estoy todo el día refunfuñando y de mal humor? Bien le vendría probar un poquito de esto para que se callara para siempre, rezongaba mientras se alejaba de camino a su habitación. Cerró dando un portazo y se metió en el baño. Estaba morada de rabia. ¡Tiene la empatía de una hormiga! Se desmaquilló, se embadurnó con sus cremas, una tras otra: contorno de ojos, serum hidratante y crema nutritiva antiarrugas. Es por la noche cuando la piel se renueva y hay que cuidarse… Grrr, sonó un auténtico gruñido, ese insensible ni se da cuenta de que todos los días dedico un buen rato a untarme de pies a cabeza con todos los productos que llegan a mis manos para mantenerme atractiva y deseable.