Revista Literatura

Nos duelen las tripas de hacerlas corazón

Publicado el 05 septiembre 2012 por Gasolinero

Septiembre. El mundo vuelve a ponerse en marcha. Se reanuda la actividad tras la parada del mes de agosto. El monstruo del lago Ness, el chino que se manda por correo y el granjero de Tennessee que se come veinticinco hamburguesas con queso en cero coma, dejan de ser portada en los diarios de papel y de ocupar un lugar destacado en los digitales y, para nuestra desgracia, regresan las noticias de enjundia.

Existe la creencia de que en agosto todo el mundo se va de vacaciones. Cuando anuncian el “número de desplazamientos” de automóviles por carretera durante la canícula, necesariamente la identifican con las vacaciones. Es como si cada coche que circulase por las auto-estradas se fuese a vacar a la costa, bajo una palmera y con mojito en la mano. Uno sospecha que esto no es así.Nos duelen las tripas de hacerlas corazón

Sin ser un augur de la sociología, servidor piensa que la mayoría de las odiseas de los que tienen la suerte de tener un trabajo y que en él les den vacaciones, se encaminan a sus pueblos de origen, o al de sus padres. A esa Ítaca, generalmente mesetaria o andaluza, a pasar las fiestas del pueblo, dormir en casa de la abuela y regresar con el maletero lleno de productos de la huerta y chorizos de la orza. No me cabe en el magín que con tantos millones de parados y familias sin ingresos, la música de ukelele sea la banda sonora del verano.

Este año la feria de Tomelloso ha sido “la más participativa”. En los años de bonanza nos íbamos a Benidorm o a Gandía, las agencias de viajes preparaban paquetes de feria. «¿La feria? Quita, quita, la tengo muy vista, yo me voy a Benidorm, al “Poseidón”.» Ese alojamiento estaba ocupado por tomelloseros desde la antena hasta el parking. La de hogaño ha estado abarrotada, no solo por autóctonos, también por muchísimos expatriados, todos con pantalones piratas y bolsito en bandolera.

Aunque muchos no han (hemos) tenido ni vacaciones, ni feria… ahora que lo pienso. Afortunadamente, y a pesar de los abanicos, ha habido muchas actuaciones y actividades gratuitas. Uno, que no tiene mala alzada, ha comprobado lo que le decían en su mocedad:

—Eres más largo que una feria sin cuartos.

El no vacar y estar al pie del cañón estos días, me ha llevado a comprobar, especialmente durante la última quincena de agosto lo siguiente: los que en las redes sociales más guerra daban por la insostenibilidad de la situación, se fueron todos a la playa.

Pues ya está aquí septiembre. A devolvernos a la realidad. Con su IVA, su FROB, su Merkel  y sus cosas. Ya han vuelto de su solaz esparcimiento nuestros políticos y sus palmeros, con energías renovadas. Unos a seguir pasándonos la garlopa, hasta dejarnos más lisos que un violín y con menos haberes que una niñera a fin de mes. Los otros, los que dejaron esto como el caballo de Atila después de la merienda, a marearnos con consignas y demagogia. Y los pobres —que pronto lo seremos de solmemnidad— a pagar la juerga.

Uno, que no ha tenido pausa en el ferragosto, contempla como las consignas en las redes sociales se multiplican, sin solución de continuidad, más agotado y con alguna dignidad, que ya va quedando poca.

Y con dolor de tripas de hacerlas corazón.


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