Revista Literatura

Nos pasan cosas

Publicado el 03 junio 2018 por El Perro Patricia Lohin @elperro1970
Nos pasan cosas© Mira Nedyalkova

Nos pasan cosas. Cosas grosas. Nos enredamos, nos embaucamos, nos escondemos, nos replegamos. Salimos desde debajo de la frazada y con la nariz un poco congestionada intentamos respirar del ambiente circundante. Olor a jengibre, a canela, a eucaliptus, olor a invierno. Olor al guisito que otrora servía en una mesa de cuatro. Olor a familia. Olor a ausencias. El horno hace tiempo que no se enciende y las luces del porche ya se han quemado.

Tu dedo sobre mi ombligo. Mi dedo enredado en tu rulo. Cuerpos alejados en un mismo territorio. El territorio que se expande. Nosotros que nos contraemos.

Nos pasan cosas. Me mirás con esos ojos saturados de emociones, y ninguna sale a volar ni siquiera por sobre la superficie de la mesa. La mesa donde yace una copa con vino rosé blend. Blends de té que tomaré por la noche para bajar todas las cosas que nos pasan. No alcanzan a tomar vuelo los sentimientos que perecen debajo de  los pensamientos que se lanzan urgentes por la pista de aterrizaje de los miedos.

Nos pasan cosas que nos apabullan por lo intensas, inentendibles, contradictorias. Nos pasa lo impensado, no imprevisto, lo no agendado. Y aún así insistimos con no sentirlas. La mierda existencial que nos deja pensando, chupando el maldito clavo, pensando y mascullando incongruencias cósmicas. Tu miedo y el mío que suman armamento a guerras mundiales y nucleares. Si hay revolución está en otro lado. El corazón galopa a tres mil mientras la mente marca una marchita militar; toma distancia de las sensaciones y quiere imponer el stop a tanto sentimiento encontrado.

Nos pasan cosas. Sospechamos que nos hundirán, nos finiquitarán, no sobreviviremos a tanta despedida antagónica. Vivo despidiendo. A otros. A mí misma. A mis anteriores “yoes”.

Vivo en la estación del tren. Me siento sobre el banco de madera que está en la galería ancha y larga,  pegado a la boletería, y que me permite la despedida intermitente e interminable de tanto amor contrariado. Soy Penélope, sin tejido. Tan sólo con mi lapicera roller negra –odio las lapiceras Bic azules- y un cuaderno con dibujos de hierbas secas y flores de estación.

Dejo el baúl con la ropa debajo del largo banco donde vivo. No sé si espero que me llamen para subirme al tren, o si espero que un taxi venga a buscarme para llevarme a casa. No sé si espero tu llamado o el mío propio. No sé siquiera si el transporte está de paro hoy.

Habitáme una vez más en tu cuerpo y en tu alma, hasta que sienta el sonido rítmico del arrorró que me permitirá estar en paz unos años más. Dejáme necesitarte sólo tres segundos de esta existencia. Luego partiré, y te dejaré esos tibios recuerdos y esos secretos que nadie más que vos sabés.

Lleváme a esa casa de los escalones absurdos que te hacen patinar cuando llueve, revestidos de cerámica barata. Caros son los sentimientos que se arremolinaron desde la cocina hasta la habitación. Hoy hay tantos fantasmas en esa casa que es inhabitable.

Pasan viajeros de la mano, otros solitarios con los móviles en llamas. Escribiendo incongruencias a personas que no se atreverán nunca a decirles en la cara lo que fuera: te quiero, te extraño, me la juego, vení, voy o simplemente estoy en otra. Cobardía para variar.

Valientes encubiertos. Yo sería otra cobarde disfrazada de valiente.

Nos pasan cosas. Como cuando me levantaba con el frío de la noche y volvía con los pies helados a ponerlos junto a los tuyos. Nos pasa que el tiempo nos consumió, nos devoró la historia propia y la de los otros, nos devoraron los sueños inconclusos. Mi piel devorada por la tuya tantas veces hasta morir. Morir primero de satisfacción y luego de indiferencia.

Nos pasan cosas. Cosas como la vida. Cosas como las despedidas. Cosas como la muerte o como la coincidencia, la desidia, el aburrimiento, la traición, el olvido.

Nos pasa que los caminos se bifurcan siempre y hoy sigo sentada en el banco de la galería que está fuera de la estación para verte partir.

Patricia Lohin

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