Es curioso el dolor
compañero ingobernable
de tu experiencia vital,
consejero experiementado
que te ofrece la verdad
cuando solo esperas que
nada hubiese sucedido
Pero vanas sus enseñanzas
se olvidan en cuanto
la alegría te roza
en unos ojos vestidos
de tarde de primavera
O esa sonrisa encendida
de llamas de otoño
Chillan tus cicatrices
inauditas, desvalidas
como las razones
de una palmera
en el infinito desierto
Te adentras nuevamente,
una y otra vez, en senderos
de noche que desconoces
y recuerdas
vagamente
sutiles jirones de memoria
en aires de aventura
aprendes a fuerza de piedras
que jalonan tu camino
tu estela infinita de perdedor,
de ganador, de anónimo heroe
que retorna a los lances
invicto de olvido
para recobrar laureles
o pisar coronas
aprendes a fuerza de heridas
que perfilan tu sonrisa
salvavidas eterno que sana
el ritmo oscuro de tu alma
Es curioso el dolor
amigo inquebrantable
compañero de soledad
entrañable confesor
solícito maestro
que, raudo, alejas
cuando de nuevo
esperas que esa luz
sea esperanza, sea el mar
que una vez creiste
que era tu final destino