Para Juanjo.
Nos veo -sin ser nosotros- en esta foto ajena, caminando de la mano, siempre de la mano. Sueles ser tú quien busca el contacto, y no en respuesta a un afán de control, que de eso tú ni sabes ni quieres saber, sino como una muestra más de que lo que la ceguera unió, no lo separa el tiempo. Ni la costumbre. Ni el hombre. Ni Dios…
Mirando ambos en la misma dirección, ya lo dijo Antoine, seña de amor, unidad y compromiso, más allá de leyes y símbolos que también respetamos y adquirimos. Serán, antes de pestañear, veinticinco las Navidades de este matrimonio rebelde a las épocas. A las mejores y a las peores. A eso que menos afortunados anticipan como resultado de tantos calendarios. Al aburrimiento consustancial al tiempo, y a la sedante estabilidad. ¿Qué sabrán ellos?
Solo quien lo probó, en realidad, conoce el quid del poema; solo quien cree en su pareja, por encima de años y apariencias, recuerda -como hoy mismo- que una vez se desmayó, se atrevió y se enfureció… para, poco después, no hallar fuera de tan preciado bien, centro y reposo. Eso es, ya lo dijo Félix, ya lo digo yo, Amor.
Nos veo -siendo nosotros- aun cuando no sepamos ver…
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