Nuestro vuelo a Los Angeles hizo escala en New York. Bajar de un avión y subir a otro en Estados Unidos, cuando el 11-S está tan cerca, parece más fácil sobre el papel. Si además has facturado una maleta y tienes que declarar para la aduana, la sencilla escala de vuelo se convierte en un … “hurry, hurry” como nos sugirió el mismo agente de aduana.
Y además hay que pasar de nuevo, porque el de Madrid no parece bueno, el control de seguridad. Ya podéis imaginar lo que supone pasar un control de seguridad cuando faltan 20 escasos minutos para la salida de tu vuelo. Y eso que llevábamos una “Conection Express”, o lo que es lo mismo tarjetas de embarque en un “discreto” sobre naranja.
Me salto los detalles del dicho control de seguridad porque no quiero ni recordarlo.
El resultado fue dos personas con las bolsas medio abiertas y mal colgadas de los hombros, las maletas arrastradas, los cordones de las zapatillas sin atar y respirando apresuradamente frente a la puerta de embarque del vuelo que por fin nos llevaría a Los Angeles. Eso sí, con la tarjeta levantada y mostrándola desesperados a las azafatas, aún tuvimos que esperar a que entrara primera clase.