¿De qué sirve cumplir años si no aprendemos lecciones a cada paso -con cada año- de nuestras vidas? ¿Es inteligente, o acaso humano, cometer los mismos errores y obcecaciones a los 70 que a los 20? ¿Se puede querer ser conservador en los propios fallos, en las propias miserias?
Pienso que no. Cualquiera que presuma, aun para sí, de un mínimo de inteligencia sabe que cada día es una clase de vida y ensayo para aprender a ser persona. A ser un humano completo. El “yo soy así y esto es lo que hay”, sólo puede conformar a quien sobrevive, no a quien aspira a vivir. La condición básica de cada uno es imposible -o muy difícil- de cambiar, pero no así sus modos y costumbres, su nivel de tolerancia o de disculpa y, en definitiva, sus conocidos defectos por novedosas virtudes.
Así, en lo que a servidora atañe, no deberé olvidar las siguientes pautas para una mejor y más fluida convivencia con los otros. Es igual si me gustan realmente o no, si los entiendo o no, si tienen razón o no, si los considero incapaces o no… Incluso cuando se decida terminar de forma definitiva una relación (algo inevitable en ocasiones), ha de hacerse de forma elegante y sin caer en la demencia de la ira o el odio enquistado en los tiempos.
En unos días tomaré distancia y descanso de todo y espero que ello signifique la rúbrica de una apuesta por la paz, y por el crecimiento de quien está a punto de cumplir una edad muy respetable. Si alguien joven y mezquino se ve ridículo, alguien mayor y estúpido prácticamente no se ve…
A saber:
-Situarse en el lugar del otro, por más que aprieten sus zapatos.
-Ser mínimamente generoso, incluso cuando nada se recibió y nada se espera.
-Procurar la amabilidad y la diplomacia. No convertirnos en suspicaces crónicos.
-Subir -algo- el nivel de tolerancia con los demás.
-Perdonar (incluso sin mediar disculpa) a quien no te hizo daño a propósito. A quien sí, olvidarlo sin mayor regodeo del pensamiento.
-Asumir que no hay amor como el materno. Ninguno más ciego y sincero.
-Aprender de quien antepone, por costumbre, al otro.
-Aceptar que nuestro pensamiento no es dogma de fe, sólo por ser nuestro.
-Sopesar si nuestra razón merece elevarse sobre la felicidad ajena.
-Olvidar los comportamientos tercos. Nada menos racional.
-Vivir y dejar vivir. La venganza es para quien ama el auto-retrato.
P.S.: ¡¡Feliz y refrescante verano para todos mis lectores!!