Creo que ya todos sabemos (al menos los que estamos en el mundo de la publicación) que las mujeres somos las que más leemos, por lo tanto las editoriales y los escritores independientes, y los que autopublican, se interesan en la novela romántica, preferiblemente erótica. El erotismo no es nuevo, pero después de las 50 sombras parece que hubiera caído algún mito y se ha perdido el pudor. Quien no escribe una escena de erotismo explícito es un escritor “poco maduro” o con “algún problema de libido o complejo sexual”. Así que las y los escritores se han dado a la tarea de ahogarnos en un mar de novela erótica disfrazada de novela rosa. Y parece que han dado en el clavo. Millones de lectores se vuelcan a este tipo de lectura y lo admiten públicamente, se han creado páginas específicas para el género, se intercambian novelas, comentarios, y piden más y más, y las escritoras de novela erótica no se dan descanso escribiendo para poder saciar el voraz apetito de sus lectoras. Para muestra basta ver la cantidad de portadas dedicadas a tema:
¿A qué se debe este fenómeno? ¿Será que hay tal cantidad de mujeres (digo mujeres porque son las que más consumen este tipo de lectura) frustradas que de la única manera como llegan al clímax es leyendo? Sé que saldrán algunas diciendo que hablo por despecho, porque no escribo novela romántica. No es así. Como escritora soy capaz de escribir y describir la más pervertida escena erótica, pero no me atrae este tipo de literatura. Ni leerla ni escribirla. Y no es que sea superior o inferior, más o menos inteligente o más o menos desinhibida, simplemente soy diferente. A veces leo comentarios que dicen que ya están saturadas de tanto sexo. Pero después vuelven a la carga. Lo entiendo. El sexo es lo único por lo que alguien dejaría de comer.Yo seguiré con los temas que me gustan, y me perdonan las personas que se me acercan para contarme sus tragedias pensando que son argumentos perfectos para una novela, o quienes me escriben relatándome oscuros secretos familiares. Sus historias son respetables, pero los temas que escojo escribir son absolutamente originales. No escribo de madres que hicieron la vida imposible a sus primogénitas, o que fueron abandonadas con quince hijos. Me gusta escribir historias que jamás podrían ocurrir, o que nadie se las ha imaginado o conocido. Los asesinos seriales, los vampiros, las mujeres engañadas… se han vuelto temas cotidianos. Y si escribo una novela romántica, la protagonista jamás se arrepiente de haber sido prostituta, ni se siente con la obligación de rendir cuentas al marido. Prefiero que sea una depredadora, sin que tenga que llenar páginas y páginas de sexo puro y duro. Hasta aquí llegué hoy. Ya saben que no me gusta extenderme, eso se lo dejo a los que para explicarse deben llenar cinco cuartillas.¡Hasta la próxima, amigos!