Novios, 1
Publicado el 30 abril 2012 por MqdlvCuando hablo de Fabián hablo en pasado. Digo Fabián era, Fabián fue, Fabián me hacía. Es que Fabián está muerto. Lo conocí antes de verlo, por Internet. Y nos enamoramos mucho mejor que muchas ficciones. Eramos capaces de mirarnos durante horas y hablarnos con la punta de nuestras narices. Pensábamos que nos unía una cuestión cósmica, trascendente, de amor absoluto y eternidad y el problema fue que hablamos tanto acerca de toda esa magia espiritualycosmogaláctica que no tengo la menor idea de cómo se llamaba su mamá. Con Fabián tuve más de un orgasmo en una misma cogida por primera vez y cumplí mi deseo poético de besarme bajo la lluvia, en una calle adoquinada de Buenos Aires. ¡Ja! Disculpen la risa que me da. Con él me drogué por primera vez, me amotiné en su departamento y una noche estuve a punto de matarlo. Por primera vez. Fue la noche que cocinó carne al horno con papas, batatas y cebolla en que se metió tan eficientemente por los agujeros de mi psiquis que en un truco de paso, brillante –quiero decir-, lo empujé contra la heladera, apreté su cuello y vi objetivamente lo fácil que hubiera sido terminar con el poder total que tenía esa mirada sobre mí. Tendría que haberme ido y esperar a que se pasara. Si nunca dejé de saberlo: siempre se pasa. Pero en cambio solté su cuello, pedí perdón y después me deprimí. El valía, al punto de leer Fragmentos del discurso amoroso dos veces consecutivas. Le rogué tanto, demonios. Corrí atrás de un colectivo y me equivoqué muchísimo con la elección de cada metáfora que use para decir mi verdad que era, como si aquello fuera simple, que amaba a esos dos chicos tan torpes que habíamos elegido para nuestra historia. Me sentía joven entre sus pulsiones derramadas en mi espalda y yo tengo un problema tremendo con la edad que un poco tiene que ver con el culo pero más que nada con la idea tristísima que se me viene al imaginarme con 50. Fabián y yo jamás existimos para los demás. Y, desde el momento que me enamoré de Víctor, Fabián ya no existe para mí. A veces me pregunto si el chico que lleva su figura en Belgrano R. no se llamará Ricardo.