Revista Diario

Nubes de lluvia

Publicado el 01 noviembre 2011 por Jans_braender @jansbraender

(Tercer capítulo)

El sol desaparece por detrás de la casa, entre las nubes, entre unas nubes grises que anuncian lluvia para mañana y  los pálidos reflejos de luz de ese astro agónico, llegará otra vez la oscuridad a la casa y en cierta manera a mi ser.

Un día entero en esta casa da tiempo para recordar los últimos diez años de mi vida. Tiempo en balde si no soy capaz de escapar de esos recuerdos.

He dedicado el día en tareas simples, lo que me ha permitido dejar escapar mi mente, separar cuerpo y mente. Este desdoblamiento es algo que puedo realizar con relativa sencillez si el cometido de mi tarea corporal es sencillo y no requiere de una atención plena.

Volver a recordar mi vida, recordarte, es un trabajo a tiempo completo, cuidarte entonces fue duro, duro  hasta que te marchaste,  duro hasta que nuestra vida en común se acabo entre reproches mezquinos y discusiones agotadoras que nos dejaban a ambos sin aliento. Discutir con una persona que era incapaz de demostrar sus ganas de vivir es una sensación frustrante. No es menos duro recordar esos tiempos ahora.

La sopa de final de la tarde es un pequeño placer que siempre me permitía cuando vivíamos aquí. El pequeño supermercado del pueblo no disponía de apenas de las delicatesen a las que me había acostumbrado en la ciudad, pero esa sopa de sobre permanecía todavía entre el surtido escaso del super, aún con todo el tiempo que ha pasado

Una cena frugal, la sopa, una manzana y un par de copas de un saint emilion discreto que había encontrado en el estante de vinos del mundo. Carl el gerente había bautizado de esta forma a la estantería donde se mostraban un par o tres de vinos franceses, dos vinos españoles, y un vino italiano un chianti del año. Demasiado pomposo para tamaña escasez.

Sentado en el porche y mientras esperó  que alguna señal me marque el camino a seguir, me conformo con mirar como el mar se deja llevar tierra adentro lentamente hasta rozar cada roca, cada pequeño trozo de playa,  ya ha oscurecido, y me siento parte de ese mar, de esa tierra, ciudadano apátrida.

Dejo reposar los restos de la última copa entre mi paladar y mi garganta, sin dejarlo todavía morir en el estómago, esperando que todos los aromas, todos los matices de este pequeño y simple vino despierten sentidos que el volver aquí no ha conseguido.

Al final , una congoja atroz encoje mi corazón y las lágrimas aparecen sin reprimirse surcando mejillas, desbordando diques imaginarios situados a la altura de la comisura de mis labios. Lloro sin saber porqué o por saberlo.

Soy incapaz de contener esta tristeza pero no sé si quiero hacerlo.

Dentro en la casa suena tenue, suave, como tienen que sonar las grandes piezas, la rapsodia sobre un tema de Paganini de Rachmaninov. La música deja volar mi imaginación, mis sentidos y vienen a mí esos momentos en lo que no  éramos más que dos enamorados que querían demostrarse cuando se querían.

Esta tarde encontré restos de tus cartas, cartas en la era de los correos electrónicos, el anacronismo nos dejaba indiferentes entonces, y ahora me ha permitido recordarte un poco, entre tu cuidada caligrafía y  tus sentimientos contenidos.  Era  hace mucho tiempo atrás.

Entre todas las cartas he encontrado alguna mía y no he podido dejar de sonreír

“En este avión que me lleva a la ciudad de los rascacielos, he visto ponerse el sol hace un rato y durante las próximas cuatro horas esta penumbra  me acompañará y en cierta forma me pertenecerá. Eso me deja cierto tiempo para recordarte en la hora del crepúsculo, aunque la hora del crepúsculo sea hoy casi perenne.

No debería dejar que nuestras vidas se volvieran a cruzar, es un pensamiento obsesivo, febril, pero sin embargo sé que seré incapaz de hacerlo cumplir.

Dejas restos, rastros, migas de pan, recuerdos, y sonrisas y yo me apuro en taparlos, esconderlos, ocultarlos, fingir que no existen, esperar que se extingan entre el paso del tiempo y la indiferencia. Pero te das cuentas, es imposible.

Ahora las turbulencias apenas me dejan escribir, pero no sé si las físicas y notorias fruto de las corrientes atmosféricas o  las que internamente me sacuden.

Dos meses y medio es el mayor tiempo que he sido capaz de estar alejado de ti desde que te conozco.  Si te deseara con pasión, como se desea a una amante, sé que te escabullirías entre las sombras de cualquier noche, en cualquier bar, y aparecerías otra vez a la mañana siguiente como si nada hubiera pasado. Una sutil negativa que te permite martirizarme mientras tu sonrisa me vuelve a acariciar.

Eres mala conmigo y eso te gusta. Pero los dos sabemos que es imposible que me escape de ti. Te veo a mi vuelta”

Hoy el día se retira, se apaga y se agota como yo.


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Dossier Paperblog