Salvo excepciones que confirman la regla, los niños parecen destacadamente inteligentes porque lo son y lo son "destacadamente" en primer lugar respecto a los mayores. Trabajé con niños varios años, observo a los niños siempre que puedo y me queda claro que son increíblemente inteligentes y que la familia, la escuela, la tele y demás, con los años, van atrofiando el pensamiento y la creatividad.

Ahora bien: he dicho que la inteligencia y la singularidad van en decadencia conforme se cumplen años. Entre los adultos, la mediocridad es la regla; lo digo en un sentido no peyorativo. Son estos adultos los que valoran y comparan las inteligencias de los niños, así que suelen hacerlo de formas medio tontas. Y ahí tenemos a los abuelos, madres, etc., empeñados en que sus nietos, hijas, etc. son algo que no son, destacan de forma que no destacan, etc.

Yo voto por la suficiencia. Pero la sociedad da tal importancia al "ser inteligente" que casi nadie va a aceptar con ligereza y satisfacción: "mi hijo es medianamente inteligente". No gusta, de hecho creo que disgusta lo que Macondo llama "el bendito montón". Se confunde lo mediano y suficiente con lo poco y pobre; además, no se dimensiona para todo lo que alcanza "lo mediano y suficiente".
Quiero decir que si vamos a comparar inteligencias, lo que puede ser otra versión de comparar el tamaño del pene, necesariamente hay solo unos cuantos destacados. Aquí hay mucha tela de dónde cortar: ¿por qué tantos papás necesitan que sus hijos sean "lo más"? La respuesta inmediata podría ser: para dejar de sentirse, ellos, menos. Pero a lo que voy es: la comparación es innecesaria.

Hay un embrutecimiento general de las masas; pero también hay capacidades valiosas, específicamente inteligencias valiosas en las personas comunes: la inteligencia de cada cual. A lo mejor es que no hemos visto bien y si vemos, seremos capaces de observar todas nuestras inteligencias brillantes y prolíficas.
Silvia Parque