La sangre de Jesucristo nos limpió de todos nuestros pecados, pero el Evangelio no estará completo si Jesús no es nuestro "pan de la vida" (Juan 6:35, 48, 51). Él pan siempre ha sido llamado el "alimento básico". Bajo la ley Dios sostuvo a los israelitas en el desierto proveyéndoles una porción diaria de maná o "pan del cielo" (Éxodo 16:4). Ahora Jesús reclama ser el "pan de la vida". La mayoría de los que escucharon este reclamo inmediatamente protestó, porque lo identificaban únicamente como el hijo de José (ver Juan 6:42), ni siquiera se lo podía comparar con Moisés.
Jesús respondió diciendo que Moisés no les dio a los israelitas el pan, sino que vino del cielo, y aunque sostuvo sus vidas físicas en el desierto, no podía darles vida eterna y espiritual. Como el maná, Jesús venía del cielo pero, a diferencia del maná, que era temporal, la vida de Jesús es eterna.
Lo que Adán y Eva perdieron era vida, y Jesús vino para darnos vida (ver Juan 10:10).
¿Pero cómo podemos recibir ese don? La respuesta se la da Jesús a Nicodemo, un miembro del Consejo de gobierno judío, y también se aplica a nosotros. Conociendo muy bien que había en el corazón de Nicodemo, Jesús contestó: "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios" (Juan 3:3). Todos hemos nacido físicamente vivos, pero para poder tener vida eterna y espiritual debemos "nacer de nuevo", y la única forma de lograr eso es creyendo en Jesús y confiando en las obras de Cristo para darnos vida eterna: "Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado" (Juan 6:29). "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9).
Siempre recuerden que la vida eterna no es algo que obtenemos cuando morimos físicamente. Estamos eterna y espiritualmente vivos desde el momento en que nacemos de nuevo. Sin nacer de nuevo antes de morir físicamente, todo lo que tenemos por delante es una eternidad sin Cristo en nuestra vida (ver Colosenses 3:4). Jesús es el camino, la verdad y la vida (ver Juan 14: 6). Si hemos nacido de nuevo, nuestros nombres están inscritos en el libro de la vida (ver Filipenses 4:3; Apocalipsis 20:15).
Estar espiritualmente vivo significa que nuestras almas están en unidad con Dios. Significa que estamos "en Cristo", y que Cristo está en nosotros. La vida de Cristo no es un relato histórico de los 33 años en que apareció en la carne. La vida de Cristo es lo que cada creyente nacido de nuevo tiene en este momento con Él. No solamente significa que estamos nuevamente unidos con Dios, sino que también tenemos el poder de su presencia para vivir una vida recta.
"A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria" (Colosenses 1:27).
Pensamiento para el día: ¿Viviría de manera diferente si entendiera en forma completa que Cristo está siempre presente en usted?