Díganle ustedes a mi neurona que deje de torturar mi pobre cabeza, por favor. Háganlo antes de que termine de volverme loca con sus ganas de que le preste atención. Desde ayer a media tarde no para de insistirme con una idea. Golpea con fuerza las paredes, está en todas partes y no permite que me concentre. Imagínense, anoche se pasó la maldita con tanta insistencia que estuve una hora y poco buceando por internet, buscando nombres, a ver si encontraba alguno que me convenciese. El adecuado, el perfecto. De momento hay muchos apuntados y ninguno definitivo, pero todo se andará.
¿Que a qué viene todo esto? Pues a que ayer le pilló el día inspirado, se iluminó y está cargada de ideas y ganas. Tiene montones en la recámara, lo juro, muchas de las cuales aún no vi ni por asomo, pero sé que acabarán apareciendo como curvas en el camino, a lo largo de mi vida.
No saben ustedes lo que es esto de tener que parar en mitad de las pericarditis para anotar corriendo toda la avalancha de palabras y nociones que me dicta sin parar, la muy hija de mil sinapsis. Cansa, porque ni me centro en una cosa ni en otra realmente.
¿No parecía que me había dejado un rato? Espejismo puro, en mitad de las miocardiopatías está pidiendo a gritos que me decida a la voz de ya por un nombre. Yo, la que he estado esta madrugada apuntando sin parar, más dormida que despierta. Yo, la que se supone que está estudiando ahora, que deje lo que estoy haciendo para pensar en un personaje de ficción, en una idea. ¿Ven ya por qué les pido que hablen con ella para que deje de torturarme? Así no puedo, me cuesta concentrarme en lo que estudio. Desconcentrarse con la gente pasando o los ruidos de fondo es para aficionados...
En la endocarditis se me ocurre pensar en una nota mental, de mí para mí misma: esto me pasa por alimentarla de apuntes. Así se pone, nerviosa y desatada, no hay quien la pare. Tengo ganas de pararme a pensar y hacer todo eso del proceso creativo, pero no puedo. No. Ahora es el momento de estudiar, no de hacer otras cosas.
Estenosis aórtica, fin de la mañana. La neurona sigue gritando, como al inicio. Desea con todas sus fuerzas que me ponga con la dichosa historia, que hay detalles que podrían ir bien, que tienen buena pinta. Yo trato de convencerla de que ya la escribiré en un futuro, que ahora no es el momento. Que tengo demasiadas pendientes, no quiero otra más.
Rabieta de alcance histórico mientras vuelvo a casa, empieza a perfilarse un nombre, empieza a hacerse tangible lentamente, aunque le falta a todo esto demasiado como para que pueda ser considerado algo en condiciones como para ser nombrado en clave.
De verdad, no saben lo que es esto de pasarse toda la mañana con el libro de Medico-Quirúrgica intentando estudiar cardiología mientras, a la vez, una neurona caprichosa decide que es un día maravilloso para ponerse a pensar en ficciones varias. Creo que pueden hacerse una idea con las anotaciones que fui haciendo a lo largo de la mañana.
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