Después de casi dos años en paro, hace (casi) dos meses me presenté en una entrevista de trabajo para una zapatería. Tenia cara de cansado, los ojos hinchados debido a la mala noche que habia pasado, y solamente quería que la entrevista pasara; total, sabía que me dirían eso de "ya te llamaremos" y mi teléfono no volvería a sonar. Me había puesto manga larga y un reloj enorme para tapar los tatuajes de mi brazo izquierdo y me pasé la entrevista mirando a ver si se intuía el tatuaje de la fecha en mi muñeca, y no recuerdo nada de lo que me preguntaron ni de lo que yo contesté. De hecho esa misma tarde, fui a ver a una amiga y todo lo que dije sobre la entrevista eran frases hechas, lugares comunes, y cosas que se decían en todas las entrevistas, pues no podía recordar nada más que mis ganas de salir del lobby del hotel donde había hecho la entrevista.
Y es que después de esos casi dos años en paro, mi estado de ánimo era peor que bajo, no conseguía concentrarme en nada, y cada entrevista que hacía no era más que un recordatorio del trabajo que dos años antes había perdido, y cuando nadie llamaba... era la misma sensación que te queda despues de una cita en la que te dicen que se lo han pasado estupendamente, y que tenemos que quedar otra vez, esta semana fijo que te llamo, y pasa un mes y no te ha llamado nadie. Pues esa sensación tenía yo después de cada entrevista, y tan sólo el cocinar, y los postres me hacían olvidar que a) estaba en paro y no se me daban nada bien las entrevistas de curro, b) era pobre y c) llevaba más de un año sin una cita (y del sexo, ni hablemos).
Gracias a Dios, ese mismo día de la entrevista me llamaron, al día siguiente hice una segunda entrevista y dos días después estaba mandando mis datos por correo electrónico para que me dieran de alta. Por fin tenía un trabajo! Ya no era un loser, tendría un sueldo medianamente bueno, para la época en la que nos toca vivir, y mi vida social podría volver a ser medianamente normal.
Y hoy, ya pasados casi dos meses con horarios difíciles, llenos de turnos de casi 11h., puedo decir que mi nueva rutina llega este lunes (o sea, mañana), lo que quiere decir: básicamente, turno partido, con dos horas y media para venir a comer, y el miércoles libre, además del consabido domingo, claro está.
Hace un par de semanas que no escribía, pero sí he leido algunos de vuestros blogs, y todos vuestros comentarios, que os agradezco muchísimo, al igual que los e-mails que me habeis mandado. A partir de esta semana intentaré sentarme frente al portátil, después de una buena sesión de cocina, por lo menos una vez por semana.
Por ahora tendremos que contentarnos con uno de mis postres favoritos, el crumble y la versión que hice este año por mi cumpleaños, pero siento deciros que no habrá fotografias. Existir, existen, pero se ven fatal, asi que tendréis que creerme cuando os digo que tiene una pinta estupendísima, pero estoy seguro que muchos de vosotros ya habeis probado a hacer crumbles, por su facilidad, y, que leches, por lo buenisísisimo que está.
Este crumble es de manzanas fuji y grosellas rojas. La receta base está inspirada por la receta de crumble que aparece en "La Cocina de Jamie Oliver" (algun dia os hablaré de mi enamoramiento con este inglés). Yo uso manzanas fuji porque son mis favoritas, pero cualquier manzana con un toque ácido funcionaria estupendamente.
Crumble de Manzanas Fuji y Grosellas
Necesitarás:
4 manzanas Fuji (800 g.)
250 g. de grosellas
1 1/2 taza de harina (165 g.)
1/2 taza de almendras trituradas
1 taza de mantequilla (225 g.)
3/4 taza de ázucar moreno (337,5 g.)
3 cucharadas (tablespoon) de ázucar blanco
1 pizca de sal
1 cucharadita (teaspoon) de canela
Método:
Precalentamos el horno a 200C.
En una fuente de cristal para el horno, colocamos las manzanas peladas y cortadas en "gajos" y añadimos por encima las grosellas. Rociamos la cucharadita de canela y las 3 cucharadas de ázucar blanco y después agitamos la fuente para mezclarlo bien.
A parte, en un bol, mezclamos los ingredientes para el crumble. Se puede usar un robot de cocina, pero yo utilizo las manos (siempre limpias, of course) y la ayuda de un tenedor. Mezclamos bien hasta que se hagan migas y lo espolvoreamos encima de la fruta. Agitamos un poco para asentarlo y lo horneamos durante 30 minutos a 200C o hasta que la parte de arriba esté dorada.
Si veis que los bordes empiezan a ennegrecerse, bajad la temperatura del horno.
Servidlo en un bol con helado de vainilla. Estad atentos porque la gente repite que da gusto. Da como para ocho raciones (o cuatro si las raciones son como para mí).