Revista Literatura

Nueve

Publicado el 18 junio 2013 por Netomancia @netomancia
Aquello le parecía muy extraño. Cada escalera de su edificio tenía nueve escalones. Jamás los había contado, pero esa mañana, con la energía eléctrica cortada, se le había hecho más ameno bajar los nueve pisos que lo separaban de la planta baja enumerando cada escalón.
Aunque todo intento de distracción quedó hecho a un lado al tomar nota mental de la coincidencia. Y si bien sabía que cualquiera le diría que era lógico que el número fuese el mismo en cada piso, había un detalle en el que esas otras personas no repararían: el edificio estaba situado en el número 9 de la calle 9 y tenía nueve pisos.
Un escalofrío le recorrió la espalda. Miró su reloj. Faltaban segundos para la nueve de la mañana. Por suerte el número del día y del mes no coincidían. Ese conocimiento hubiese alcanzado para darle un síncope.
Llegó a la planta baja agitado, aunque no debido al descenso. Vio a uno de los conserjes del edificio y se acercó hasta donde estaba.
- Lupino - acertó el nombre, al menos se había dado vuelta al escuchar el nombre, simpre confundía a los dos empleados - Dígame una cosa. ¿Notó que cada escalera, en cada piso, tiene nueve escalones?
El hombre lo miró, dejando el escobillón contra la pared.
- La verdad que no, González.
- Si puede, cuéntelos. Más tarde, no ahora. Y me dice.
- ¿Le digo qué?
- Eso, que hay nueve escalones por escalera.
- No lo entiendo González. ¿Eso está mal? ¿Usted es arquitecto?
- ¿Arquitecto? No, lo que le digo, es que hay una enorme coincidencia.
- Eso espero, sino algunos pisos serían más altos o más bajos que otros.
- No, escúcheme Lupino. Mírelo con amplitud.
Lupino se quedó mirando a su interlocutor, achinando los ojos, haciendo un esfuerzo por seguir la idea.
- ¡Lupino, la dirección del edificio!
- Usted la sabe, número 9 de la calle 9.
- Claro que la sé, por eso mismo. ¿Se da cuenta? Nueve, nueve y más nueves. ¿Qué me dice?
- Que el culo le llueve.
González se quedó perplejo. Lupino, en tanto, lanzaba una estruendosa carcajada, para luego retomar la limpieza del piso con el escobillón. Silbando, se alejó por el pasillo, hasta la puerta de la conserjería.
No podía creer que tomara para la burla su descubrimiento. ¡Reírse de aquello! ¿Qué consecuencias tendría esa fatal cadena de nueves para su vida? ¿Para el destino mismo de la humanidad? Lupino podía tomarle el pelo, pero él sabía bien que había un significado oculto detrás de todo. Cómo estaba seguro también que había algo escondido en el contenido de los paquetes de garrapiñadas de almendra, luego de haber contado la misma cantidad de almendra en tres ocasiones diferentes, de vendedores de distintas plazas. O cómo también tenía la plena certeza que los taxistas cuyas patentes terminadas en 5 eran solteros. O la certidumbre que en los sonidos de estática de Radio El Mundo se disfrazaba un código secreto que solo podía ser captado por fuerzas alienígenas instaladas en el planeta.
- El culo te llueve... ¡que maleducado! Así está la humanidad. No vemos lo que tenemos en la punta de nuestras narices. ¡No nos quejemos cuando estemos al borde de la extinción! ¡Ni un quejido quiero escuchar, ni uno! - y tras dar un portazo, González salió a la calle, dejando atrás su último descubrimiento.
Este relato entre cómico, obsesivo y demencial, es una breve excusa para anunciar que hoy el blog cumple ¡9 años de vida! Les agradezco que estén del otro lado, leyendo los relatos que publico y muchos de ustedes, también comentando. Han pasado muchos lectores por este blog desde sus inicios, en el año 2004, y es mi deseo dar las gracias a todos, los de ahora, los de siempre y aquellos que se han perdido en el camino.
¡Y viva la literatura!

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