En las fechas en las que estamos, aproximadamente (mes arriba o abajo), en 2003 fue cuando comencé a escribir de forma más o menos seria. Tenía catorce años cumplidos hacía poco, y hasta entonces había escrito algún cuento y algunos poemas para el colegio incluso, pero no lo tenía como afición, como hábito casi diario.
Fue entonces cuando apareció una profesora de lengua y literatura en mi vida que me marcó para lo bueno y para lo malo (lo malo fue que aquel curso casi no aprendimos nada con ella). Nos mandó comprarnos una libreta pequeña, nos daba todas las semanas un tema y teníamos que escribir una redacción.
Recuerdo la que más me marcó, la que hizo que saltara la "chispa" literaria y me dijese a mí misma que tocaba hacer esto más a menudo. Que a quién iba a engañar, si me retaba a mí misma en esos poemas para el colegio tratando de escribir liras (y que no me salían, por cierto). No recuerdo el tema de aquella redacción, pero recuerdo que me vino la idea a la mente y la escribí sin pensar más, tal y como se me ocurrió. Y recuerdo su comienzo: "Era de noche, muy tarde..."
Hace ya nueve años que escribo. Y me ha venido hoy a la mente esto mientras, nueve año después de leer en voz alta aquella redacción, me entretenía en rellenar folios apurando al máximo la carga de tinta de la pluma.
Hay costumbres que permanecen en el tiempo. Hay placeres que, cuando los descubres, no te puedes desprender de ellos. Y la escritura vino para quedarse. Nacía de mí, no podía decirle que no. Ni creo que lo haga nunca.
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♫ Suena: Duerme... - Mago de Oz