Revista Literatura

Numen

Publicado el 02 junio 2010 por Malalua @malalua

Relatos de lo absurdo (III).

varonil.
1. adj. Perteneciente o relativo al varón.
2. adj. Esforzado, valeroso y firme.

Numen

“Es tan corto el amor, y tan largo el olvido”.

(Pablo Neruda).

- Adiós…

Desapareciste, te esfumaste. No sé cómo ni cuándo, mucho menos dónde. De todas maneras me importa más el cómo. ¿Cómo te dejé escapar? ¿Qué hago mal? A veces me despierto a medianoche, sudoroso y asustado, porque percibo tu presencia. Una de tus tormentosas visitas nocturnas. Unas visitas donde no evito, ni quiero evitar desearte. Desearte como no se debe desear, un deseo irreal. Como tú. Porque tú eres irreal, una mentira. La mentira de un fantasioso. Me miro en el espejo y, de tanto pensarte, veo un depravado.

Cuando estabas en mi habitación, mi pecho se oprimía, casi no podía respirar. Escudriñaba las sombras para verte, para recrearme con la visión de tu cuerpo. Apenas te veía. Solías sentarte a los pies de la cama y allí te quedabas unos segundos. Sé que lo hacías porque te divierte escuchar mi aliento entrecortado, expectante a tus decisiones. Incluso en alguna ocasión te has reído a carcajadas, de lo memo que soy.

Y como el depravado que soy, sólo te podía sentir desnuda. Tus senos, turgentes, apetitosos; tu barriga, cálida y tersa; tus piernas interminables… No existen palabras, no existen trazos de ningún magistral pincel que puedan expresar lo que mi cuerpo experimentaba ante tu presencia. Te hacía el amor, claro que te hacía el amor pero, ¿eso es hacer el amor? Era más que eso. Yo no te amo, no tengo la capacidad de amar a un ser como tú. Eres una numen, la suprema excitación. Estoy hueco para amarte, incluso para quererte. Pero sí te necesito. Y sin ti soy minúsculo.

Llevo una semana sin saber de ti.

Sabes que no suelo beber, pero anteayer noche tomé varios tragos en el único tugurio que vale la pena en esta apestosa ciudad. Me emborraché enseguida: llevada todo el día sin comer. Empecé a meterme con los otros borrachos apostados en la barra, incitándoles a probar mi puños. El dueño del garito me echó casi a patadas. No me importa mucho, tampoco pensaba volver; han cambiado la música y ahora el lugar da asco. Necesitaba el aire fresco de la noche, necesitaba purificarme de mi patetismo. De vuelta a casa, paré en un puente para observar las turbias aguas color petróleo. Necesitaba no pensar, no pensar en ti. Fue inútil. El viento mecía las hojas de los árboles y los grillos canturreaban una gastada melodía. Y allí estaba yo, absurdo, resguardado entre las sombras de una noche que se me antojaba húmeda, como tú en nuestros encuentros. Todo me recordaba a ti.

Náufrago de mis pensamientos, apenas percibí cuando tocaron mi hombro con recelo. Hubiera sido lógico que fuera uno de los borrachos a los que provoqué en el bar, pero el movimiento fue tan sutil que bajé la guardia ante la desconocida que me requería. Me giré lentamente y la miré a arriba a abajo. Me excitó al instante.

La conocía y no la conocía. No tengo por costumbre, por no decir ninguna, mirar a fulanas que pernoctan en una barra; pero tanto te necesitaba que, aquella misma noche, en el garito que ahora da asco, las estuve observando de reojo para distraerme mientras el camarero llenaba mi vaso de vodka. Y sí, ésta era una de ellas. Decidí desdoblarla. Ahora, ella eras tú y tú eras ella. Pintorreteada y semidesnuda. Me armé de valor y la llevé a mi piso, un apartamento de inmundicia urbana.

Ella estaba tan ansiosa que bastó una copa de whisky y pocas palabras para tenerla entre mis sábanas de seda, ésas que tanto te gustan. Y de madrugada, enredado en los pliegues de una piel que no era la tuya, desgarrándome, te dije adiós entre gritos y sollozos. De placer, evidentemente.

Safe Creative #0909124508914

Ylka Tapia.

12/ 09/2009.

Fotograma | “El Club de la lucha (David Fincher, 1999)”.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Sobre el autor


Malalua 2 veces
compartido
ver su blog

El autor no ha compartido todavía su cuenta

Revistas