Número equivocadoNo lo había pensado demasiado, pero eligió el número cinco que fue el primero que se le pasó por la cabeza, calva y reluciente, recién afeitada. Sus botas y las de sus colegas patearían al quinto indigente con el que se cruzaran. Dos calles más allá, el hombre sucio y harapiento acababa de encontrar algo para vender. Tuvo suerte, le pagarían bien por este hallazgo. Cuando poco después, el grupo de rapados le lanzó el primer insulto, pensó que luego vendería el arma, pero descargada.
Torcuato González Toval.