Y ahora que tu imagen
se difumina en la lejanía,
siento no haberte querido más.
Susurrarte que eras la inspiración que me hacía
abrir los ojos al despertar.
Que tus palabras eran
el sustento que saciaba
mi alma dolorida.
Sólo tú sabias
hacerme brotar
las sonrisas que perdí.
Me enseñaste
que todavía tengo
el poder de amar.
Que mis entrañas
aún necesitan
asesinar el deseo.
Ahora que sé
que nunca serías mío
no me importa.
Porque me despejaste
el camino a un mundo
que yo creí desierto.