“Lo que fuimos y lo que somos nadan juntos. Es la manera que tienen los ríos de limpiar sus aguas.”
Victoria Herrera
Que enero no se pasa nunca. Es una afirmación universal. Que las post fiestas, que reyes, que el calor nos hace caminar más lento y por ende el mes no se termina más.
El asunto es que finalizó, y febrero viene como zumba. Eso me dijeron hoy a la mañana en la biblioteca. El año empieza a escurrirse entre los dedos.
Somos arena, somos agua, somos material del que están hechas las nubes. Somos sueños. Somos vos y yo. Vos allá y yo aquí, lo que somos y lo que fuimos, hoy 8 de febrero.
Me dejás un cuento en la madrugada vía celular y lo leo al amanecer. Como en los viejos tiempos. Me levanto con vos y es el mejor del mejor de los días. Te escucho decirme bella mientras imagino que desayunás conmigo.
Me contás que a las 20 en radio Mitre un conductor arranca el programa con un cuento. Quiero saber dónde escuchás la radio. Si en el auto mientras esquivás el tránsito de la gran ciudad y el aire acondicionado emite un leve susurro, o mientras llevás a tu mujer a hacer las compras, o de vuelta al hogar. O tal vez ya sentado en el sillón con la vista fija en algún lugar que queda fuera de la estancia, mientras en la cocina se prepara la cena.
Quiero escucharlo con vos. Quiero leerlo con vos y pasar la página juntos, como dijimos que haríamos.
Te veo escuchando el cuento y pensar en la protagonista y también en mí; como un fragmento de ser que se cuela en la vida de los demás, como un detalle, como una mariposa blanca posada en el marco de la ventana, espiando. Sé que estoy en tu vida, te quiero en la mía.
Nos deseo en la misma ciudad, sin culpa, viendo la ventana del edificio viejo desde la cama, las cortinas blancas translúcidas que se balancean y acarician el piso, los sonidos del tránsito y de los transeúntes, la ambulancia que sale a buscar a un hombre a quien se le reventó el corazón, los niños que gritan y ríen, los besos silenciosos abajo del semáforo; y nosotros parte de la ciudad en modo anónimo. Sin que nadie sepa de nuestra existencia, habitamos nuestro mundo. Del otro lado de la puerta de madera, resuenan los pasos de los vecinos que suben y bajan la escalera de mármol antigua.
Te escucho leerme al oído otros cuentos, mientras sonreís a media máquina, mientras me estremezco e intento taparme tan sólo un poco, mientras nos hundimos otra vez uno en el otro.
Me mandás un cuento por la mañana, y es el mejor del mejor de los días. Es 8 de febrero. Y no quiero que termine nunca.
Patricia Lohin
Anuncios &b; &b;