Ana habla de ese niño que intentaba plantarle cara al porvenir y me acuerdo de todas esas veces que a lo largo de nuestra vida hemos querido manejarlo, haciendo planes, tomando sesudas decisiones y de pronto y sin esperarlo el porvenir ha dado un giro inesperado y nos ha dejado con el culo al aire y con cara de porqué a mí.
Hace un año a una amiga el porvenir se le volvió un poco borroso y aunque a ella tampoco le gusta crecer y en el fondo siempre será una eterna adolescente, estoy segura que nunca deseó tanto envejecer. Su futuro ya no se ve borroso, pero supongo que una experiencia así te hace plantearte tantas cosas que muchos miedos desaparecen, y muchas preocupaciones tontas y cotidianas también.
Ayer, a otra amiga también le dio una sorpresa el porvenir, todavía no sabe si este giro inesperado es positivo o no, y aunque el motor que lo ha producido lo mueve el rencor y la mala leche, es posible que el cambio al final resulte positivo (casi todos los cambios lo son a la larga si sobrevives a ellos) y no pierda nada por el camino. No hay nada como una buena dosis de optimismo aderezado con mucho amor para desafiar contratiempos.
Yo nunca he hecho muchos planes de futuro, lo más lejano que planeo son las próximas vacaciones y con un par de meses de antelación, tampoco más. Cuando tenía dieciséis o diecisiete años pensaba que no pasaría de los cuarenta, no sé por qué tenía el convencimiento de que más allá de esa edad la vida como yo la conocía se acababa y no merecía la pena vivirla. Supongo que en aquella adolescencia intensa que disfruté y que mis padres padecieron, solo los tenía a ellos como ejemplo de personas adultas, y no me parecía una vida interesante, para mí ellos solo trabajaban, trabajaban y sufrían, así que pensaba que una vez llegado a ese punto no me importaría morirme.
La adolescencia es lo que tiene, que a ratos es bastante estúpida y egoísta, pero afortunadamente se pasa con el tiempo.
El caso es que estoy contenta de seguir viva por supuesto, y he comprobado que pasar de los cuarenta no es ningún drama y que la vida puede seguir siendo todo lo intensa que le dejemos que sea, nos podemos enamorar como adolescentes y emocionarnos con todo aquello que nos apasionaba y con todo lo que vayamos descubriendo en el camino.
Pero sigo sin hacer planes, ni de pensiones ni de futuro.