Cerdo y candidata a sumisa.
Reina el caos en casi todo lo escrito por estos lares porque abuso de mi libertad y porque soy torpe y poco disciplinado. Si les digo que me ha venido a la cabeza la palabra adefesio (m. disparate, persona rara o ridícula) recordando la producción editorial del arzobispo de Granada no verán, sin embargo, ni rareza ni novedad alguna. Lo curioso es el camino seguido para llegar a tal estación.
Procede el término del latín ad efhesios y está relacionado con un error cometido por un sacerdote que tomó la carta a éstos cuando debía leer la epístola de San Pablo a los Corintios. La metedura de pata nos lleva a otro equívoco porque, a decir de los estudiosos, no fue Pablo de Tarso el que escribió la carta de San Pablo a los Efesios, sino algún seguidor suyo, no sé muy bien con qué intenciones.
Este segundo equívoco nos conduce a un tercero, más de fondo, que tiene que ver con el contenido. Sobre esto escribió Miguel de Unamuno, hombre admirado por personas inteligentes y vilipendiado por los de siempre, aunque antipático era un rato. El momento de la carta más conocido es el que remueve los traseros de las féminas en las iglesias cuando llega el momento de escuchar las escrituras: “Que la esposa se someta a su marido como al Señor. En efecto, el marido es la cabeza de su esposa, como Cristo es cabeza de la iglesia, cuerpo suyo. Y así como la Iglesia se somete a Cristo, así también la esposa debe someterse en todo a su marido”.
No hay en Pablo, creo y espero, mala uva ni semejanza con esos clérigos que ilustran a sus seguidores sobre como atizar a la mujer sin dejar cardenales. Ha pasado algún tiempo desde el siglo primero (después de Cristo) y no podemos juzgar con ojos de nuestro tiempo. Sí podemos hacerlo, sin embargo, con “Cásate y sé sumisa”, que no es un reality de Cuatro sino el último libro editado por el arzobispo. La autora es italiana, madre de varios y seguidora de Pablo, al que admira cuando dice: “Esposas estad sujetas a vuestros maridos como conviene al Señor” (esto es la carta a los Colosenses). También hay un momento en que dice “Maridos, amad a vuestras mujeres”, pero esto al mandamás católico y a la italiana Costanza Miriano yo veo que ni les va ni les viene.
El arzobispo Francisco Javier Martínez es un emprendedor, aunque saltó a la fama por comparar el aborto con el genocidio. No sé cómo le marchará ahora la economía, pero hace un par de años había acumulado una deuda de 28 millones de euros después de promover varias iniciativas relacionadas con la formación cristiana y un movimiento ultra que se llama Comunión y Liberación. Allá él, a mí todo este lío y el día de San Martín me ha recordado una receta, la de obispo de cerdo. Para prepararlo se hierve una cabeza de cocho, como prefieren en mi querida Mendavia, y cuando está cocida se deshuesa y se desmenuza todo para mezclarlo con pimienta negra molida y se introduce en un buche de cerdo limpio, se cose y se vuelve a cocer. Se seca y se come como embutido, sobre todo en Aragón. Apuesto a que es pecado.