Cuando estoy a punto de empezar una sesión de fotos, lo primero que hago es mirar a través del visor, en ese punto empieza la experiencia a trabajar al 200% buscando: pelos suelos, una imperfección en el maquillaje, que la pose sea la adecuada, que la luz incida bien sobre la modelo, que la sombra que proyecta no distraiga y sea un complemento, que la ropa no esté mal puesta o arrugada,... y así muchas más cosas que luego serán difíciles de rectificar.
Pero lo más valioso es comprobar que lo que se ve a través del visor de la cámara sea lo que teníamos en mente cuando se planificó la sesión, es el último momento para poder hacer variaciones y evitar errores.
Y es que la vida de un fotógrafo empieza, continúa y muere en la observación de todo lo que transcurre a nuestro alrededor. Debemos observar como actúan los que van por delante, así encauzamos nuestro camino de la forma correcta; observamos las fotos de las revistas de nivel para ver cómo han iluminado y retocado, de ese modo nuestras fotos se acabarán pareciendo a las suyas; observamos el trabajo de los maquilladores para aprender a retocar y dejar los maquillajes impecables, observamos cada sesión para evaluar luego los posibles motivos que hayan llevado a producir fallos,...
Observar lo es todo, si metes el ojo en el visor y te pones a hacer fotos como si tu dedo estuviera pegado al disparador con la esperanza de que alguna haya quedado decente... no te quejes si no acabas trabajando para revistas o haciendo publicidad.