Revista Diario

Obsesivo:

Publicado el 17 abril 2017 por Lauraps

Obsesivo:
Notaba que me seguían, era una sensación extraña pero no podía deshacerme de ella aunque quisiera. Alguien pasaba sus días pegado a mí queriendo saber exactamente lo que hacía en cada momento, con quién hablaba, qué decía, qué planes de futuro tenía... No entendía que no compartía mi vida con un acosador de ese calibre, con un mirón que no hacía más que escudriñar los pequeños detalles de los que se componía mi vida, incluso tenía a mis amigos vigilados, dado que, ellos también notaban esa sensación de estar siempre observados por alguien ajeno y que no conocían; estaba segura de todo ello, pero todavía no había podido ponerle cara a semejante individuo.

Tenía los sueños de cualquier chica joven, desde viajar, conocer culturas y gente nueva, iniciarme en cosas diferentes, contemplar el mar mientras me embriagaba con su color azulado, hasta el viento acariciándome la piel y sintiéndome libre de tener la oportunidad de pensar por mí misma al fin. No sabía si estos motivos eran suficientes para ese vigilante desconocido que cabalgaba entre las sombras para que yo fuera su objetivo elegido.Sentía sus ojos puestos en mí sin cesar. Me daba la vuelta rápidamente para intentar descubrirle, pero no tenía éxito ninguno, tenía un arte idóneo para esconderse y mantenerse al acecho al mismo tiempo. No sabía sus tácticas precisas de vigilancia, ni siquiera sabía el motivo, por qué elegía ciertos lugares y otros no, qué tenía yo que le daba tanta curiosidad. ¿Le conocía? Era algo que cabalgaba por mi mente fugazmente, cabía la posibilidad aunque solo fuera mínima, pero nadie que conociera tenía la sangre fría de hacer algo así, ¿qué sería lo siguiente? ¿Seguirme a los probadores? Quién dice que no lo ha hecho ya. Éramos como el perro y el gato, me sorprendía a mí misma mirando a todos lados para intentar ser lo menos visible posible y, bien pensado, no tenía nada en absoluto que esconder, no era una criminal.

Llegué a una cafetería una mañana de lo más primaveral, tanto que había decidido ponerme pantalones vaqueros cortos y una camiseta de un azul cían holgada con escote y manga corta y unos zapatos abiertos, con ese conjunto me sentía en mi salsa. Mi café tenía un corazón de espuma justo en el centro, ese que todos los días me hacía pensar en la mala suerte que tenía con los hombres, había tenido un historial pésimo y ni siquiera quería ligar, por mucho que me dieran un beso en el aire o fueran los más encantadores del mundo, simplemente no podía volver a caer en semejante espiral. De repente, volvía a tener esa sensación, como si me observaran detrás de mí. No quería que dejara de hacerlo, así que, saqué de mi bolso un espejo pequeño que me ayudaba a retocarme el maquillaje en cualquier sitio y lo ladeé un poco para conseguir ver a quién tenía detrás. No le vi, pero se dejó una nota en la mesa, la cual, cogí con rapidez. "Siempre serás mía", rezaba esa frase tan posesiva y egoísta.

El café ya no me sentó tan bien como esperaba, esa persona tenía una pésima obsesión conmigo y me estaba empezando a afectar profundamente. Esa nota era para mí, sin lugar a dudas, sabía que le estaba espiando de la misma manera que él lo hacía rutináriamente conmigo, era la primera vez que lo había conseguido. Me llegó un mensaje de un amigo pidiendo verme, hacía tiempo que no sabía nada de él, así que, decidí que era una buena idea volver a vernos como antaño y más si venía tan solo para unos días. En ese momento, mi teléfono empezó a ir demasiado lento para considerarlo normal, llegándome un mensaje de una aplicación que ni siquiera yo sabía que tenía avisándome de que esa persona anónima no podía conocer mi ubicación actual porque no tenía cobertura, me pedía que saliera del local para que pudiera hacerlo. Así era como sabía dónde estaba en todo momento, seguramente estaba leyendo mis mensajes, escuchando mis llamadas... aquel teléfono ya no era seguro. De todas formas, me dirigí al lugar donde había quedado sintiendo aún su presencia detrás de mí.

Jason no había cambiado tanto, la misma sonrisa caprichosa nada más verme, aquellos ojos verdosos complacientes y su cabello increíblemente negro y que tan bien recordaba. Nos abrazamos tan fuerte que pensé que mis costillas iban a salir disparadas, era fanática de los apretones pero tampoco con ese ímpetu.

- Estás estupenda - fue lo primero que dijo nada más contemplarme con sus ojos enternecedores -.

- Puedo decir lo mismo de ti, no has cambiado nada - sonreí tímidamente, había notado entre nosotros la misma conexión que hubo años antes cuando nos conocimos -.

- ¿Te apetece dar un paseo? - con total confianza, me rodeó con un brazo y me dio un beso en la mejilla, siempre le había recordado como alguien más bien impulsivo con las muestras de cariño pero no era algo que me molestara -.

Fue una tarde inolvidable y quedamos para comer al día siguiente, lo que no esperaba es lo que llegó a mi puerta esa misma noche. Llamaron a la puerta de mi casa incesantemente, en cuanto pude la abrí de inmediato, no me gustaba esa impaciencia que tenían algunas personas, pero no había nadie, tan solo un paquete que, al abrirlo me incitó a gritar tanto como mis cuerdas vocales me permitieron. Era la cabeza de Jason, alguien se la había arrancado, me jugaba una mano a que había sido el que me vigilaba cada día, era celoso y posesivo, controlador y no tenía otra cosa que pensar que yo, esa era su tarea desde que se levantaba. No sabía qué hacer con esa cabeza, así que, a la mañana siguiente, la tiré por el río intentando que nadie me viera, fue una tarea tremendamente difícil para mí, no sabría qué decirle a la policía si sus padres denunciaban su desaparición. 

Mi respiración entrecortada no dejaba de embriagarme, no podía olvidar esos ojos abiertos de par en par que me miraban desde una cabeza cortada, la del joven que siempre había sido mi amigo. Mi teléfono seguía funcionando lento, me sacaba de mis casillas, sabía que estaba consiguiendo lo que quería, así que, decidí tomar el mando en aquella relación obsesiva que tenía conmigo y devolvérsela, no iba a permitir que matara a alguien que quería y se quedara inmune ante ese hecho. Me dirigí a un callejón y me escondí, esperé un rato hasta ver quién se atrevía a...

- ¿Kurt? - pregunté enfadada, a ese ex tan celoso que hacía unos tres años que había dejado en cuanto bajó las escaleras hacia el callejón con una cámara, nervioso y mirando hacia ambos lados a ver si me encontraba -.

- ¡Vaya! Sheila, qué sorpresa. ¿Cómo estás? - su sonrisa era más bien nerviosa, sus manos temblaban, estaba medio ido -.

- ¡Tú a mi no me engañas, Kurt! ¡Has estado siguiéndome durante meses! ¡¿Quién te has creído que eres, eh?! - el bofetón que le di resonó en aquel callejón como nunca antes lo había hecho y estaba tan furiosa que no le di tiempo a decir ni una sola palabra más -.

Todo se solucionó unos meses después, en cuento la policía encontró la cabeza en el río, las huellas de Kurt sobre ella y las fotos mías que permanecían en la pared de su casa como si de una obsesión persecutoria se tratara. El análisis psicológico de Kurt mostraba que tenía una fuerte depresión, una intensa necesidad de cariño, era obsesivo-compulsivo y tenía unas ganas locas de eliminar a cualquier joven que se acercara a mí, es decir, tenía tendencias homicidas francamente serias. 

No entendía cómo podría haber una persona así en el mundo y que el desencadenante fuera nuestra ruptura de hacía tres años. No sabía cómo alguien sería capaz de espiar a una persona querida, tan cercana a él como lo fui yo en su día, cómo escudriñar los mensajes y atentar a la intimidad personal, puede considerarse un medio para alcanzar el fin de "preocuparse" por otro cuando en realidad se está invadiendo su espacio negativamente, produciendo un increíble rechazo por parte de la persona agredida en ese aspecto, en ese caso yo. ¿Esa persona podría vivir consigo misma o simplemente su vida tenía tal falta de sentido que tenía que escudriñar cada detalle de la mía? Al final terminaba mirando a mi alrededor intentando encontrar la forma de recuperarme de aquella intrusión, de aquella traición hacia mi propia persona, intentando hacerme a la idea de que la confianza es la peor amiga que podemos tener en el mundo.

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