Revista Talentos
—Capitán, el doctor Simon ha muerto —informó una voz carente de emoción a través del intercomunicador de la nave. —¡Maldición! —el capitán Skinner no pudo reprimir su frustración al recibir la mala noticia. —¿Misma causa? —preguntó luego a su interlocutor, sospechando la respuesta. —Me temo que sí, señor —confirmó la voz en su característico tono impersonal. El capitán esbozó una mueca de rabia; era consciente de que nada podía hacer. Ya había perdido a tres miembros de su tripulación, y no estaba seguro de que los demás estuvieran a salvo, incluido él mismo.Seguir leyendo