
Oculta ruptura.
No era un fantasma quien surgió entre la niebla. Era otra vez él. Desperté sobresaltado y sudoroso al volver a soñar que era niño y que aquel hombre del grueso jersey paseaba al otro lado de la verja que circundaba el colegio, rodeado por una boira misteriosa. Lo intrigante de esta pesadilla es que ninguno de mis compañeros lo ve. Solamente yo lo miro y él me mira a mí. Fijamente. Entonces despierto llamando a mi madre. Ella murió hace exactamente diez años y ahora estoy sentado con la vista fija en las flores que he dejado en su lápida. El cementerio estaría desierto si no fuera por el anciano del grueso jersey que se sienta cerca de mí. Él también mira las flores.
Torcuato González Toval.
