Te escondes entre mis pliegues.
En esa arruga infinita
que tímida ofende
a la comisura del labio,
y grita distante a un pasado,
que por pasado,
es ya fruto del olvido.
Te oculto bajo mis párpados.
Te hago un refugio en ellos,
y desde mi pupila miras,
pintando de malva y gris,
estas aceras de tránsito,
de cuerpos vencidos y ausentes,
que van quebrando mis pasos.
Cae la tarde,
y me encuentras entre tus manos,
o jugando maliciosa en tus pestañas.
Y me abrasas
con un beso kamikaze que se lanza
y se estrella frente a frente con la vida...