Oda al Bibliometro.

Publicado el 08 junio 2010 por Negrevernis
Para los que no lo conozcan, el servicio de Bibliometro permite a los usuarios del Metro de Madrid poder solicitar y dejar libros en toda la red subterránea de la ciudad, como si fuera una biblioteca "convencional" de superficie.
Lo comento porque hoy me he sorprendido al ver que en la estación en la que yo me bajaba esta mañana había una fila de gente esperando turno para dejar, cambiar o solicitar su libro en la recepción del Bibliometro. Y me he acordado de Pedro, mi profesor de Lengua de EGB, cuando se empeñaba en darnos clase a base de leer, dictar poemas o hacer redacciones.
A mí siempre me ha gustado leer y ahora, aunque tengo menos tiempo, procuro encontrar un ratito diario para el libro que tenga entre manos en ese momento.
Supongo que mis padres lo hicieron todo, o pusieron las bases -que es como decir que hicieron todo- cuando desde muy pequeña me leían un cuento todas las noches, antes de dormir -costumbre que en casa mantenemos con Niña Pequeña, claro. Recuerdo bien a mis padres leyendo por las tardes; a mi madre siempre decantada por las biografías, mi padre más por los poemas. Mi hermano también es un devorador de libros. Imagino que el colegio también ayudó, porque cuando acababas las tareas de clase te permitían coger un libro de la biblioteca de aula o estar un rato en la biblioteca.
Algunos padres -y madres- me preguntan ahora, acabando el curso, qué tipo de deberes pueden mandar a sus hijos para el verano. Muy fácil: leer. Claro, que esto no se lleva ya tanto, porque los adolescentes prefieren la pantalla y las consolas, pero... tal vez soy un poco soñadora al creer que es imposible que no haya un libro, una revista o un tebeo que no pueda llamar la atención a un adolescente. Hace poco le comentaba a la madre de una alumna de mi tutoría -2º de ESO-, que se quejaba de que su hija había perdido el gusto por la lectura, que se fuera con ella a merendar y después de compras. Sí, querida, a una buena y gran librería, a dejar que su hija se pasee entre los estantes el tiempo que precise, y te vea ojear -y hojear- libros a tí. Que decida ella qué se lleva.
Y tengamos esperanza: aún hay jóvenes a los que les gusta leer: María, también de mi tutoría, me decía que si sacaba una determinada nota en un examen, su madre le regalaba un paquete de libros sorpresa. Otro día, después de mi clase, sacaba un libro de la cajonera y se ponía a leer...
Yo, por si acaso, acabo de hacer un pedido de libros online para mi hija...