Odio el despertador de los sábados
Publicado el 17 diciembre 2011 por DiebelzCuando levanté mis toldos, sentí por primera vez la inopia anhelada. Torcido, ebrio del perfume melancólico que se desvelaba de la almohada, me quedé soñando junto a su ausencia. Los cordones todavía andaban atados a la ansiedad de la noche bebida. Los vasos, quedos y dormidos, en el fregadero que fue testigo de un goteo de besos, de una sedosa brisa de caricias. Velas durmiendo la resaca. Camisas y pantalones urdiendo en un rincón el futuro balanceo desde la azotea. Costó recostarse, frotarse bostezos y despedir legañas. Llevo dos semanas sin recibir una limosna de respiro. Las suelas de mis zapatos se desmigajan con parsimonia al son del despiadado reloj. Todos los días beso una despedida a mi taza de café con leche, lidio voces y gestos en las aulas, hago acto de presencia en constantes reuniones, observo, opino, asiento, arqueo las cejas, río, trunco dudas, afloran otras, anoto, escribo, bostezo, doy un discurso, recibo otro, gracejo, silencio; lloro frente a la luna, corro, guagua, ejercicios, saludo, me despido, hasta mañana, leo, corrijo, te llamo, me llamas, bocadillo, servilletas, comprar boletos a los alumnos hasta quedarme sin dinero, alfajores, café con leche, cena, felicitaciones, compro, aúlla un timbre, se abre una puerta, se cierra otra, etcétera, etcétera... Así andábamos los dos en nuestros quehaceres sin poder cruzarnos en la calle, sin ser premiados con una décima de segundo para ver(nos). Ambos parecíamos preciosas ruinas decimonónicas, sonrisas de glamour que tan solo anhelaban, rebeldes, ser un ovillo de sueño. Pero nos pudieron las ganas, la indignación y, antes de convertirnos en grillos noctívagos, devoramos dos pizzas, nos escondimos en un Palacio de invierno para ver una película, nos asustamos con un gato que nos asaltó desde el container de basura y ya, muy tarde, fuimos ese descanso que esperábamos toda la semana. Aunque después, eso sí, volvió a sonar ese terrible despertador, recuerdo que recuerda que estamos condenados a vivir en el reino del reloj, pese a nuestras rebeldes escapadas.