Revista Talentos
Un día regresé a la Oficina del olvido. Ahora el dependiente se llamaba Oz. Pregunté por un amigo de los años de colegio y él me entregó un hombre de hojalata. Está un poco oxidado, me dijo; si te acercas lo suficiente, te arrancará el corazón para que lo reconozcas.