Revista Talentos

¡Ojo al charque!

Publicado el 18 octubre 2014 por Perropuka

¡Ojo al charque!
En nuestro país solemos utilizar esta expresión para llamar la atención o hacer hincapié sobre algo,  y esa será la finalidad, supongo, de este inmaculado lienzo con el que me topé en una de mis acostumbradas caminatas -por pura necesidad, claro- por el centro contaminado de la ciudad. De nuevo, los genios de la alcaldía nos amanecen con otra iniciativa trasnochada, realmente ociosa y jodidamente elemental como para tomarse de los cabellos. ¿Esta ciudad estará poblada por idiotas o animalitos?, me pregunto. 
Con evidente y malsana curiosidad bierceniana, me quedé por espacio de unos cinco minutos en la acera de enfrente, observando la reacción de los transeúntes ante el cartel colgado de la fachada de las oficinas de plaza Colón, que al parecer es el muro favorito para la propaganda municipal, lástima que no sea todavía interactivo para pulsar un “me gusta” sobre la marcha. Nadie pero absolutamente nadie le echaba siquiera una mirada al enorme letrero, resultado del duro trabajo de algún personero que se habrá desvelado en internet para hacerse eco de la campaña. Es que en el municipio todos andan tan comprometidos, empezando por el alcalde, que no cesa de bombardearnos con sus inspirados lemas tipo “Cholango, comprometido con la salud,…con la seguridad ciudadana,…con la Madre Tierra,…con la educación, etc…”; tanta muletilla que de verdad compromete la salud de mis oídos. 
Como podemos ver, vivimos en la era de la tontería, que el calendario ya no alcanza para hallar hueco a la pajolera moda de los días especiales. Por supuesto que no estoy en contra de asignar fechas conmemorativas a situaciones relevantes o de verdadera utilidad. Si se va a reservar una jornada especial contra el cáncer, el sida u otros padecimientos graves, por poner algunos ejemplos, bienvenidos sean los esfuerzos para crear conciencia y tanto mejor si se ha de recaudar fondos que coadyuven para la investigación y otras actividades relacionadas, siempre y cuando hayan programas permanentes por detrás. Así, no me molestó en absoluto que celebridades del mundo entero se agarraran a baldazos de agua helada - soslayable incluso su protagonismo algo frívolo- para contribuir a la financiación en la lucha contra la enfermedad de la esclerosis. Bien mirado, hasta tenía su trampa el desafío público entre famosos para que no pecaran de amarretes y soltaran un buen cheque para la causa. Otra cosa fue ver que algunos payasos de la tele local imitaran el gesto, en plan de hacerse los valientes, porque dudo mucho de que hayan soltado un buen billete.
Pero bueno, esto de tener que “decidir” para lavarse la manos ya ronda la ridiculez o la cojudez congénita. O es que acaso ya no enseñan en el kínder o la escuela-como en mis tiempos- normas básicas de higiene personal. Sabemos que los cochabambinos no tenemos hábitos muy saludables, especialmente a la hora de alimentarnos, y a quién se le habrá ocurrido que poniendo un cartel vamos a ser más aseados que un querubín, de la noche a la mañana. Quién sabe, dentro de poco salga una ordenanza municipal instruyendo el lavado de manos obligatorio. Así está el mundo, a plan de solemnizar la vida cotidiana, enmarcando con trazos dorados actos rutinarios, prácticamente reflejos o automáticos. Un día de estos voy a despertar con la noticia de que había sido el día mundial del limpiado de aceras y regado de arbolitos, del abrazo de oso para reforzar lazos emocionales, de la sonrisa permanente para llevarse bien con todos, del pensamiento positivo para triunfar en la vida o de otras emperifolladas actividades para vivir bien, supuestamente.
Mejor dejo de seguir preocupándome por tan banales asuntos y paso a evocar la delicia de los días especiales, los genuinos, esos que tocan muy de vez en cuando; y cuyos aromas y texturas siempre traen gratos recuerdos. En este caso, hace un par de semanas, no sólo le eché el ojo a este suculento charque valluno, sino que le hinqué el diente con el placentero dolor de un Homero Simpson devorándose su langosta. Eso sí, como mandan los usos y costumbres: chupándome los dedos, a mano limpia, bien limpia.  

¡Ojo al charque!

La gaseosa no será muy saludable, pero bueno, estaba de invitado.



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