de Anabel Botella
No llevaba más de 30 páginas de la novela y ya estaba sorprendida. Daniel Ojeda (FantasyMundo) me había advertido que Ojos azules en Kabul no parecía de la misma autora que Ángeles desterrados. Lo podía imaginar simplemente por el tipo de novela, pero aun así, la sorpresa fue mayúscula.
A Saira nunca le ha gustado su aspecto. Es rubia, tiene los ojos azules y todos la llaman kharami, o lo que es lo mismo, bastarda. Vive en Afganistán con su hermana, su madre y su abuelo, y cree tener ocho años. Cuando Ramin −un hombre cruel y fiel seguidor de los talibanes− entra en su vida, la desgracia se cierne sobre su familia para siempre.
Pero no todo está perdido para Saira. La pequeña logra viajar a Valencia gracias a las tropas españolas y crece envuelta en el cariño de su familia de acogida, aunque las pesadillas de su pasado no dejan de visitarla. Cuando Pablo le ofrezca la posibilidad de abrirse al amor, ¿conseguirá sanar las heridas de su niñez y empezar a ser feliz?La primera parte de la historia es prácticamente perfecta. La ambientación es buena, los personajes están muy bien perfilados (aunque por su extensión es obvio que no se puede profundizar en todos ellos del mismo modo) y la historia, dentro de lo que es la literatura juvenil actual, es muy original. Sólo he leído un libro ambientado en Afganistán, el exitoso Mil soles espléndidos, de Khaled Hosseini, y me cautivó completamente. No voy a hacer comparaciones, porque ya se sabe que las comparaciones son odiosas (y Hosseini siempre tendrá un lugar especial en mi corazón), pero ponerlas al lado me ha ayudado a darme cuenta de que Anabel Botella perfila muy bien la situación de Afganistán, aunque se limite a lo puramente local y social.
Me ha gustado esa primera parte por la ambientación y los personajes, pero sobre todo porque la protagonista, Saira, es una figura con una gran fuerza. Está muy bien dibujada y uno no puede evitar sentirse atrapado por su dolor e inocencia. Ha habido algunos pequeñísimos detalles de la trama que no me han convencido, pero en esa primera parte, he caído totalmente en las redes de la novela. La protagonista tiene fuerza, la historia tiene fuerza, los sentimientos tienen fuerza. Como un globo que se va hinchando cada vez más, esperaba un final apoteósico. Esperaba que el globo me estallara en la cara y me dejara sin habla. Y sin embargo, quien lo sostenía ha abierto la boquilla y todo el aire se ha escapado. Adiós, fuerza.
Llegamos a la segunda parte. Yo creo que es algo objetivo, comparativamente hablando, que es mucho mejor la primera a la segunda (a nivel literario), pero además, yo me he encontrado con un problema personal añadido. Como creo que ya comenté ampliamente en la reseña de Y por eso rompimos (Daniel Handler), no me gustan los libros plagados de referencias actuales. No me gusta encontrarme con Lady Gaga, Taylor Lautner, la SuperPop, el Messenger y demás en un libro. No digo que esté mal ni mucho menos, simplemente que a mí no me gusta nada. Una broma, un detalle… Sí. Pero no todo el rato. No me gustan las historias sujetas a una actualidad demasiado perecedera, esas historias con referencias que dentro de diez años habrán perdido su sentido. Quizás se me ha pasado la edad para ese tipo de literatura o quizás simplemente no va conmigo. Sea como sea, no me gusta y es una de las razones por las que no he disfrutado de la segunda parte de Ojos Azules en Kabul.
Si la primera parte destaca por su originalidad, la segunda lo hace por lo común que resulta. Personalmente, creo que esa segunda parte está desaprovechada y que hubiera sido mucho más interesante conocer la vida de Saira justo al llegar a España en lugar de saltar casi una década, porque eso la convierte en una historia juvenil más. No encuentro una razón aplastante (razones hay, aunque a mí no me han convencido) que lleve a elegir ese momento de la vida de Saira. La historia tiene algunas subtramas interesantes y se tratan algunos temas muy importantes, como el aborto o el maltrato. Aun así, he sentido que le faltaba pasión, quizás porque toda está abocada en la Saira de Kabul. Incluso el estilo es diferente. Sinceramente, me han parecido dos historias completamente distintas unidas por un hilo demasiado fino.
Hay muchas cosas que me han desagradado de esa segunda parte, pero también hay muchas que me han encantado en la primera. Más, incluso, porque la trama de Kabul nos acerca a una realidad muy lejana que es difícil encontrar en la literatura juvenil y que todos deberíamos conocer. Y aunque a mí no me haya gustado la segunda parte, es cuestión de gustos, porque sé de gente a la que le ha gustado tanto como la primera. Así que definitivamente os recomiendo Ojos azules en Kabul con una condición: sed conscientes que ni todo es drama ni todo es pura novela juvenil. Hay un poco de todo, aunque vale la pena recorrer todo el camino aunque sea sólo para conocer a Saira y su historia. A ella, eso estoy segura, no la voy a olvidar.