Sabe a cerezas agridulces, a manzanas asadas, a momentos pasados que flotan en el aire, inodoros e insípidos.
Tiene el tacto de la prisa, de la culpabilidad y el intento de reparación y cuando regresa trae la memoria que nos arrebatamos.
Huele al paso de la tormenta que lo arrasó todo.
Huele y sabe a nada. No es poético, es seco, simple, conciso y aburrido.
Huele a piñata de pobre, a sábanas sin dueño, a frasco de perfume vacío,
a nada.