Once centímetros

Publicado el 11 julio 2011 por Netomancia @netomancia
Tan solo once centímetros. Los medí. Ya con el tiempo a mi favor y aún respirando, me tomé ese trabajo. Once centímetros me separaron de la muerte. De mi cuerpo a ese impacto de bala, una distancia mínima, casi insignificante.
Me puse a pensar en lo que podría haber pasado de moverme en ese instante. Calculé entonces el tiempo que un cuerpo demora en trasladarse esa distancia. Nada. No tarda nada. Once centímetros se recorren en un abrir y cerrar de ojos, casi sin darnos cuenta.
Una mano mide de largo un poco más. Un hoja de cuaderno también se pasa. Hasta una banana suele ser más grande.
Me apoyé en la pared, dejando ese margen al descubierto. Ese margen que significaba la diferencia entre estar vivo y estar muerto. Once centímetros, me repetí, y mentalmente enumeré cientos de objetos con esa exactitud, mientras con la imaginación los iba colocando entre mi cuerpo y la marca en la pared.
Mi esposa se acercó en silencio, consciente de lo que estaba haciendo. Comprendía y en esa quietud de sus expresiones, daba a entender su agradecimiento al destino. Estaba adelante suyo, que más podía pedir.
Le pedí unos minutos más. Aún no podía irme. Aquello era demasiado fuerte. Estaba descubriendo mi fragilidad, la de todos. Dándome cuenta que la muerte puede fallar por pocos centímetros, pero que siempre está cerca, acechando.
El lugar ahora estaba desierto. Solo quedábamos los dos y aquel impacto que había provocado un agujero en el material.
La noche iba a caer en cualquier momento. El frío iba acrecentando la duda en mi mujer. Finalmente me llamó por el nombre y me invitó a marcharme. Me fui en cuerpo, pero hay días que creo que mi mente sigue allí, todavía meditando.
La diferencia entre estar vivo y muerte es mínima. Quizá lo estemos y no lo sepamos. Quizá no existe ni una cosa ni la otra, pero seamos incapaces de entenderlo. Once centímetros me permiten escribir este texto.
Ese es el tamaño de mi milagro.