–Once–siete–once, once–siete–once...–Once huevos hasta llegara la docena, que hace el número redondo; siete días en la semana; once otra vez más. Capicúa. ¿Lo recordarás?–¡Que sí! Que me voy a acordar, que ya me lo sé.–¡Qué pesada! –pensó, fastidiado– ¿Por qué todas las hermanas serán tan plastas?–¡Mira que como te olvides te la vas a ganar!–¡Once–siete–once, once–siete–once, once–siete–once! –canturreó entre guiños y muecas burlonas, mientras esquivaba el guantazo que casi le roza la oreja.–Tú verás, pero es nuestro primer trabajo, no la cagues. Y nuestra primera Efeméride, a ver cómo te las apañas para que no se note mucho que somos novatos.–¡Puaffffffff! –bufó, sarcástico– ¡Como si los que me precedieron lo hubieran hecho bien…!Su hermana se rascó la cabeza, con tintineo de campanillas.–Hombre, en eso llevas razón. Pucka y Perky nunca fueron muy organizados, nunca hubo una Efeméride que saliera a tiempo. Pero –agregó con rapidez, no queriendo dar su brazo a torcer– justo por eso los han sustituido por nosotros. Tenemos que demostrar que valemos para el puesto.Flizz dio una voltereta en el aire y su risa retumbó en las paredes de La Esfera, que se deformaron en espirales de colores, se estiraron y contrajeron, descolocando los contenidos estáticos y dándoles vida.–¡Seremos los mejores Duendes Esféricos, Fluzzy! –gritó, con voz cantarina, contagiando de su alegría a su hermana, que comenzó a girar y a lanzar destellos desde las puntas de sus dedos.La Esfera brilló con las piruetas de los duendes, se abrió para dejar pasar el aire cargado de ideas aún no soñadas, olores impensables, luces brillantes y sonidos jamás escuchados. El tiempo pasó en un suspiro de colores y risas.–¡Once–siete–once! ¡Ya casi es la hora! ¡Deprisa, Fluzzy, vamos a la puerta de La Esfera! ¡Ayúdame!A empujones, batallando con los números, que se negaban a quedarse en su sitio y competían con las letras por ser quienes más brillaran, Flizz y Fluzzy desplegaron el enorme cartel: