Revista Talentos

Opiniones y un linchamiento

Publicado el 31 agosto 2018 por Sylvia
Estaba escribiendo "Lecciones para infelices" cuando me enteré del linchamiento en Puebla. Hace rato vi que hubo otro en Hidalgo.
Me entero de muchas cosas, pero como explica la politóloga Elisa Godínez en ESTA nota, los linchamientos son tan dramáticos y terribles que hacen sentir necesidad de decir "algo".
No soy una espantada de las redes. De hecho, tenía ganas de escribir sobre las maravillas que encuentro en mi timeline de Twitter cada día: me sorprendo y aprendo gracias a personas que comparten su conocimiento.
Entonces pasa que un rumor termina en la transmisión en vivo de cómo torturan y matan a dos campesinos. O termina en quién sabe qué, fraguándose en la conciencia colectiva del pueblo donde ocurrió, en el alma de los parientes de las víctimas, en nuestra capacidad para procesar los hechos violentos de los que tenemos noticia.
Pienso en la recurrente queja por parte de quienes creen que no deberían respetarse los derecho humanos de algunas personas, en la cantidad increíble de niñas y niños que desaparecen, en los niveles de inseguridad e impunidad. Y en mi hija, por supuesto. Y en la mamá que rogaba desde Facebook a los linchadores. En lo que leí sobre psicología de las masas en la materia de Historia de la psicología social... Pienso en la crueldad, la maldad, la anomia, los procesos colectivos que impiden el actuar racional. Y en la cuestión de la responsabilidad.
En esta década, algunas figuras públicas tuvieron que aprender que los comentarios que harían en las salas de sus casas con un grupo de amigos pueden tener reverberaciones increíbles cuando los hacen en alguna red social de internet. Otros hemos tenido que aprender que aunque tengamos poca presencia, el hecho de hacer público algo o compartir contenido (propio o ajeno) nos coloca en una cadena de interacciones que es parte de algo más grande. Eso implica responsabilidad.
Al mismo tiempo:  no puedes hacerte responsable de otros...
Pienso en esas publicaciones amenazantes que han circulado "Aquí en Xlugar, si encontramos a alguien queriendo robar un niño, lo quemamos". ¿Qué pasa al darle "me gusta" a la publicación? ¿Al compartirla? ¿Al comentar "sí, hay que quemarlos"? ¿Al gritarlo estando ahí, junto a la persona a quien se pretende ajusticiar? ¿Al simplemente estar ahí? ¿Al seguir el hilo de las notas? ¿Hasta dónde llega el alcance de la responsabilidad? Yo me sentí mierda porque buscando información sobre lo que había ocurrido, me topé con fotos. ¿Qué tengo que andar buscando? ¿Para qué saber los detalles? No voy a hacer un estudio sobre el tema, ¿es morbo, entonces? Mi consuelo es que me dolieron casi físicamente.
Como decía, me enteré de lo que pasó mientras escribía "Lecciones para infelices", sobre la gente que quiere aleccionar a los decaídos y sobre la necesidad de respetar los procesos afectivos de los demás. Me hizo terminar el artículo con un ánimo diferente, pero convencida de que hace mucha falta tomar conciencia sobre lo "en serio" que es esto.
He leído comentarios burlones sobre el ciberacoso. ¿Qué cual es el problema con insultar a alguien en Facebook, si se puede cerrar la cuenta y seguir viviendo? Pues algún problema habrá cuando hay muchachos que se han quitado la vida en medio de tales dinámicas. Algún problema habrá con seguir diciendo a las personas con depresión que "le echen ganas, que sean agradecidas". [Publiqué hace poco "¿Para qué ir al médico si están los grupos de Facebook?", sobre los consejos de salud que se hacen sin ton ni son en redes sociales.]
Meto en el mismo costal cuestiones diferentes porque lo que quiero señalar es la posición desde la que se emiten los mensajes: una posición distante. Es señalar o aconsejar y deja sola a la persona para que se las arregle. La misma distancia que permite a quienes en su cotidianidad son tan respetuosos como cualquiera, compartir imágenes de otras personas sin su consentimiento para burlarse de ellas. La misma distancia que permite a alguien que no quemaría a alguien vivo, comentar "sí, quémenlos" bajo la publicación que anima a hacer algo como eso.
Creo que nos urgen clases de prudencia; pero sobre todo, talleres o lo que venga al caso para aprender a estar más cerca; para opinar no solo con cuidado sino para cuidar, no solo con respeto sino con compasión.
Silvia Parque

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