Al sumergirnos en sus tripas, encaramos una ciudad oscura, forjada de antiguos edificios de piedra, ornamentados con los mejores azulejos portugueses de tradicionales tonos azules y blancos.
La Ribeira comienza con el majestuoso Ponte Luiz I, que cruza el Duero conectando Oporto con Vila Nova de Gaia. Creación de un discípulo de Eiffel se ha convertido en uno de los iconos de la ciudad.
Antiguamente, a esta misma localización llegaban los barcos de mercancías desde los viñedos del este del país, descargando su contenido en las mismas bodegas donde se dejaba envejecer el mosto.
Desde nuestra privilegiada posición, disfrutamos ahora del “hierro” herencia de Eiffel; del olor a comida recién preparada con variedades de pescados a la brasa, tripas, caldos verdes y bacalhau; de los edificios de piedra mohosa que nos rodean, ataviados con la colada diaria puesta a secar y coloristas fachadas ya desaturadas por el paso del tiempo y la humedad; de bodegas, barricas de roble y rabelos; y del susurro del río, que se mezcla con el bullicio de personas que van y vienen, comunicándose en múltiples idiomas.
Vuelta a la realidad, y siguiendo el recorrido del río con la vista, nos percatamos que el Ponte Luiz I no es el único de la ciudad. Oporto es la ciudad de los puentes. Encontraremos al paso de Duero, El Ponte das Barcas, Ponte María Pía, Ponte Pênsil, Puente ferroviario Sao Joao, Ponte do Infante, Ponte da Arrábida o el Ponte do Freixo.
Aprovechando nuestra ubicación, tenemos la posibilidad de cenar en cualquiera de los restaurantes adjuntos a las bodegas de la orilla sur. Nos relajaremos observando a través de sus ventanales, el tránsito de las embarcaciones sobre “el dorado” mientras se pone el sol.
La Ribeira se irá llenando de gente que ocupa bares y terrazas de copas, la noche toma el relevo. Culminaremos el día en la zona de discotecas de Foz, donde la vida nocturna continuará hasta altas horas de la madrugada.
En nuestra visita, hemos vivido la riqueza histórica y cultural de la ciudad. Una riqueza lograda a lo largo de los años a base del comercio. Hemos paseado por sus melancólicas calles empedradas, disfrutado de su noche y degustado su gastronomía. Hemos conocido una ciudad y unas gentes, que se han fusionado con el río Duero en un abrazo de enamorados. No es raro después de todo, que Portugal deba el origen de su nombre a la ciudad de Porto. No es de extrañar entonces, que Oporto sea denominada por algunos, como la Capital del Norte.