Revista Literatura

Orejas de conejo jugando en el árbol.

Publicado el 03 junio 2014 por El Perro Patricia Lohin @elperro1970

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Lala Aufsberg  Homework (with slate pencil), 1939 Facie Populi

Encuentro una foto mía. Foto “vintage”, como suelo decirle a los peques para que eviten la palabra “viejo” o “vieja” del vocabulario.

Estoy en un patio despoblado con un tacho en los brazos. Sonrío, tengo el pelo atado en dos colitas a los costados y un pedazo de cielo hermoso sobre mi cabeza. El horizonte del patio está delimitado por tierra y un paredón. Y sobre el paredón otro horizonte y al fin el cielo.

El cielo que está en todas partes, a todas horas. Qué sería de nosotros sin cielo?  A veces creo que no me alcanzará toda la vida para mirarlo lo suficiente, con esa gama inconmensurable de tonos y colores. Con esas ganas de conquistarlo, de volarlo y lograr tocarlo, como si fuese algo tangible.  Lo mismo pensarán seguramente los oradores cuando rezando hacia el este, levantan sus manos y sus cabezas hacia arriba, adorando a la divinidad que habita en la eternidad del celeste.

Bajo a tierra, colgándome de las pequeñas nubes que hay en la foto, y veo que tengo un jardinero de corderoy que hace juego con mi pelo rubio-amarronado. Vuelvo a revisar mi sonrisa. Esta me parece a la distancia tan descolocada como si en la imagen hubiera un plato volador o un plasma o un teléfono celular. Algo que no encaja entre mis recuerdos y lo que veo. Como si mi sonrisa hubiera nacido después de los noventa.

Me miro y hago un esfuerzo para contener las lágrimas. Quiero hablarme y abrazarme a mí misma a través del papel amarillento.

Tengo una amiga que no puede mirar fotos. Sería algo así como una fobia o una resistencia. Pero es feliz.  Es feliz como se es feliz hoy: no quiere matarse, sonríe, es amable, solidaria, ama a su familia que al día de hoy está completa y unida. Pero aún así no puede mirarlas, se le oprime el pecho cuando lo hace y la angustia la desborda.

No puedo decir lo mismo sobre mí. Aunque en el caso particular de mis fotos de niña, una oleada de amor y compasión ahogan la zona de mi cuello, me estrangulan y sacan alguna lágrima por mis ojos. Siento que la niña de la foto no soy yo, me veo como a una huérfana a la que hay que rescatar, prevenir y ayudar a escapar. Quiero hablarme a mí misma para decirme que sobreviviré.

La pequeña me sonríe, como si pudiera leer mis pensamientos, como si fuera todo a la inversa y ella quisiera tranquilizarme y decirme que lo sabe todo, que lo acepta, que está bien.

Sé que las fotos sonríen y que los malos momentos no salen en las fotos. Y lo sé de primera mano, porque hace un tiempo estuve de visita en el cajón de fotos y vi lo felices que fuimos.  Foto tras foto me pregunté por qué no llegamos hasta que nos separe la muerte o algún rayo fugaz o el mismísimo cielo.

Hoy por la mañana, como un anticipo de lo que me sucedería en estos instantes en los que escribo y cierro el ciclo de pensamientos y hechos coincidentes, recordé un episodio de esos caratulados como “primeros recuerdos”.

Era pequeña e iba al jardín de infantes. No puedo recordar si era feliz, ni con quién iba, ni quién era mi “señorita”. Sí recuerdo que no sabía atarme los cordones. Y mi madre por lo visto no era de las personas que hacen moños, porque yo iba al jardín con las zapatillas anudadas. Y como para esa época de infante no hay palabras mayores que las de un progenitor, el día que se desanudaron y alguien quiso atarlos haciendo un moño me largué a llorar desconsoladamente. Vinieron varias personas, todas a hacer moño, y yo decía que “así no era” entre un mar de hipos mezclados con lágrimas. Sólo me tranquilicé cuando al mediodía ella llegó y anudó mis zapatillas.

Hay una cosa que me hace temblar en este mismo instante: y es creer tener la certeza de que la vida nunca volverá a ser así de fácil, aunque me puedo equivocar. Seguramente sólo esté viendo el nudo y aún no conozca el moño y menos la rima del conejito: “Orejas de conejo, orejas de conejo, jugando en el árbol. Enlaza el árbol, intentando alcanzarme. Orejas de conejo, salta al agujero, salta por el otro lado bonito y audaz.”

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