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Orgullo 2010

Publicado el 07 julio 2010 por Encantada
Orgullo 2010Dedicado a mis amigas P y T, que por fin consiguieron el arrojo suficiente para participar.
El sábado pasado, mi novia y yo asistimos por sexto año consecutivo a la manifestación del Orgullo en Madrid. A mí no me daba muy buena espina que coincidiera con un partido del Mundial y que además por la mañana hubiera estado lloviendo torrencialmente. Pero al final, mis malos presagios no se cumplieron y resultó que todo el mundo estaba allí. Incluso podría decir que había más gente que otros años, hecho que me sorprendió gratamente, pues yo misma me había infundido una buena cantidad de desánimo haciéndome mala sangre con el poco compromiso de la gente y demás. ¡Menos mal que me equivoqué!
Cuando estuvimos viendo Homofamilias, me fijé en un detalle sobre la organización de esta manifestación en Northampton que me gustó muchísimo. Y es que varios miembros de los grupos que participaban se presentaban voluntarios para cuidar de la seguridad; es decir, que todo transcurriera con normalidad y que los manifestantes (a pie, en carrozas, en bicicleta) tuviesen espacio para avanzar cómodamente durante el recorrido. Así que pensé que algo parecido nos vendría muy bien en Madrid, donde la seguridad y la posibilidad de recorrer las calles se ven seriamente comprometidas en varios puntos de la ciudad; los cuales, por cierto, siempre son los mismos.
Por eso, cuando llegamos a la Puerta de Alcalá y vi varios voluntarios con su chaleco amarillo no me lo podía creer. ¡Al fin había ocurrido! ¡Habíamos tomado conciencia de la importancia de cuidar de la seguridad (y de que la Policía jamás nos haría ese favor)! Sin embargo, y como no todo podía ser bueno, pronto descubrimos que no era así.
Oficialmente, la manifestación empezaba en la Puerta de Alcalá, como el resto de los años, y nosotras siempre nos incorporamos en ese punto, porque nos gusta hacer el recorrido completo. Este año, aparte de voluntarios, habían colocado unas vallas azules; algo que también me pareció estupendo, pues, en mi inocencia, pensé que ¡por fin! servirían para contener al público durante todo el recorrido. Y como nosotras, evidentemente, no éramos público, esperamos a ver aparecer algunos manifestantes (pues durante unos diez minutos, la plaza permaneció inquietantemente vacía) y pasamos por entre dos vallas para unirnos a ellos.
Allí comenzó nuestro calvario. En no más de quinientos metros, los flamantes voluntarios con los chalecos amarillos trataron de sacaron unas cinco veces de la manifestación. A empujones, nos invitaban a permanecer junto a la valla, indicándonos que no podíamos estar allí. Durante los primeros minutos, sentimos mucha confusión, porque no entendíamos nada y parecía que estábamos haciendo algo evidentemente malo (evidente para todos, menos para nosotras). A la tercera, me dirigí directamente a una voluntaria y le espeté:
─ Pero vamos a ver: para manifestarse aquí, ¿qué coño hay que hacer?
Ella se quedó un poco descolocada (!?) y finalmente me confesó:
─ Pues no lo sé. Entrad por algún sitio, pero no por aquí.
Para ese momento yo ya había acumulado una mala leche descomunal, porque cuando las cosas no tienen sentido para mí, simplemente no las entiendo; y cuando me quieren obligar a hacer cosas que no tienen sentido para mí, simplemente no las hago. Así que seguimos en nuestras trece, arrimadas ya a otros manifestantes. Pero es que hasta allí mismo vinieron a buscarnos los de los chalecos amarillos:
─ ¡Oye, que yo también me estoy manifestando!
─ ¡Ah, perdón!
En fin, la sucesión de esperpentos que tuvimos que vivir hasta atravesar la plaza sería inenarrable. Lo mejor es que, quinientos metros más allá, no había voluntarios con chaleco amarillo, ni vallas azules, y ya no se podía pasar. Nuevamente, en las inmediaciones de Cibeles, en Gran Vía con Montera, y por supuesto en Callao, el ancho de la manifestación se vio reducido a menos de dos metros (y estoy siendo generosa), puesto que el público, sin contención ninguna, decidió avanzar hacia el centro de la calle para ver si venían las carrozas, porque estaban haciendo botellón en los dos lados, y porque sí. Es decir: lo de todos los años.
Quiero creer que lo de la valla y el chaleco tenía su porqué y que mejoró muchísimo la organización de la manifestación. Quiero pensar que todo el mundo sabía por dónde entrar menos nosotras y que realmente entorpecimos terriblemente lo que fuera que estuviera ocurriendo allí. Me gustaría tener la certeza de que la falta de seguridad y el absurdo comportamiento del público son tenidos en cuenta por todos y que sólo a mí me parecen exasperantemente dignos de preocupación.
El caso es que al final tuvimos que hacer el recorrido tras una pancarta cuyas siglas ni nos iban ni nos venían, pero cuyos miembros estaban suficientemente bien organizados como para poder avanzar sin tener que pegarse con medio Madrid por el camino. Ante la falta de colaboración del Ayuntamiento y la Policía, y el compromiso invisible de los organizadores, muchos grupos han ideado un sistema tan cutre como efectivo: llevar una cuerda de unos tres o cuatro metros de largo para invitar (u obligar) al público a respetar ese ancho y con ello permitir que pancartas y manifestantes puedan avanzar. Así que allí marchamos (pues una vez dentro, ni se podía salir ni se podía avanzar como no fuera a bofetadas) hasta Plaza de España, donde llegamos dos horas y media después de haber salido.
Es posible que algunos piensen que tamaña aglomeración es un rotundo éxito; mi humilde opinión es que el éxito puede organizarse mejor.
Encantada, al menos, de haber conseguido participar.

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