Llegó él a decirme, vente, llegó
a decirme "dame tu vaso, te traigo algo"
llegó con una sonrisa y una pregunta:
¿sabes cuál es esa película?
Y tuve que encogerme, pequeña
en mi ignorancia
por el mundo que me rodea.
Después otra mañana
vino tinto y caliente para las arterias
"los taninos son buenos para la salud,
con moderación".
Y el beso exhalado en la curva de la nuca.
Macrofiesta de interior y tan enorme
el vacío que ahora nos separa.
No más desayunos
ni mañanas
ni curvas en la nuca,
ni preciosas paredes azules ni las velas
o volver a casa cogidos de las manos.
Ya no queda nada de eso.
En la décima epidemia de tifus
ya no queda
nuestra orilla.