Ya no existen recuerdos en sus días, ni el miedo se asoma en sus ojos… tal vez se cansó de asomarse, y huyó de la debilidad de sus carnes.
Jacobo era azotado por la brisa, anhelado por la fiereza de la ola, como un animal feroz y encadenado, se alejaba la ola, dominada por sus adentros misteriosos.
Él posaba en la orilla, con sus pantalones cortos y su pecho al aire… extendía los brazos y miraba al cielo, como queriendo penetrar lo impensable.
Imagen tomada de la web
Descendió una lágrima, como una ola caída, con más impetú, con más agonía que la ola encadenada a su verdugo. Jacobo, reconoció su humedad, escondida entre los pliegues de sus labios, encendidas por el fuego del corazón.
La ola curó su honda herida con la lágrima, y la fiereza se deshizo, como lavada por tormentas seguidas.
M-Sánchez