Era difícil conciliar desde entonces el sueño, porque se le venían imágenes de los años pasados en su compañía constantemente. Quizá no estaba aún preparada para su marcha ¡Tenia tantos sueños por vivir con ella!
Siempre le gustaba presumir de las bufandas tan preciosas que le hacia cada invierno. Cuando alguna vez había invitado a alguna amiga a casa comer, sus ojos se iluminaban al ver la cara de asombro y placer que ponía cuando degustaba los macarrones de su abuela. ¡Nadie los hacía mejor!
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Con ella de la mano aprendió a amar a los animales y la naturaleza, dando grandes paseos por el campo. Las abuelas, pensaba ella, poseen toda la sabiduría del mundo encerrada en su corazón y la van desparramando a manos llenas en el camino de aquellos que aman.
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Mas de una vez sus pies descalzos, jugaron a atardecer con la corriente, como pretendiendo escaparse con él por esos mundos caminando al unísono. Y es que al lado de su abuela, aprendió a amar la vida apasionadamente.
Aquel otoño se quedará grabado para siempre y nada volverá a ser igual. Dicen que las personas que se van para siempre, siguen vivas en la memoria de los seres amados. Esa querida niña, guardará como el mejor tesoro, los momentos vividos a su lado, mientras pasea su pena por los lugares amados de las dos.
P.D. Este relato, me lo ha inspirado la mirada inocente de una niña que acaba de perder a su querida abuela.