Después de haberme comprado vestido, zapatos, complementos varios, de haber ido a la peluquería, del regalo, etc... me he quedado más pobre que el sastre de Lucía Lapiedra.
Sólo espero que todas estas felices parejitas que se están casando últimamente y que tienen a bien de invitarme a sus enlaces (ojo, no me quejo, estoy feliz de que os acordéis de mí y de que me queráis cerca) se amen para toda la vida y no les de por divorciarse.
Porque como se divorcien dentro de un par de años pienso pedirles una indemnización por arreglos y restauraciones varias. Hombreya.