La embisto con fuerza. No soy violento follando, pero no puedo hacerlo de otro modo hoy. Es la tercera vez que estoy con Laura. Es muy guapa, el tipo de mujer que me atrae físicamente. Disfruto con sus caderas y me agrada el olor de su piel. Es atenta conmigo, me quiere y me deja hacer todo lo que quiero, tanto en la cama como fuera de ella. No es especialmente fogosa, pero no me importa, la hago llegar al orgasmo con facilidad y me complace. No podría pedir más.
No obstante y, aunque no quiero que pase, llevo un parche en el corazón. Una mujer cuyo olor imagino intenso y cuya piel dibujo suave.
He acabado dentro de Laura y nos hemos tumbado en la cama. Me abraza y vuelve a repetirme lo mucho que me ama. Está segura de que todo irá bien y yo quiero creer que será así. Ambos lo deseamos, pero ese olor imaginario y esa piel soñada, me impide amarla. Por eso la embisto, me pego a Laura, me repito que la quiero.
Pasarán los meses y estaré con Laura o lo habremos dejado, no quiero pensar en nada más que en hoy y en mi cuerpo aferrado al suyo. Sin embargo, mi balsa está en otro lugar, la piel que añoro, está lejos, los labios que ansío los perdí, el sexo que querría lamer, tal vez ya sea de otro hombre.
Acaricio la piel de Laura, beso sus labios y lamo su sexo, pero no es eso lo que deseo; sino otra piel, otros labios y otro sexo.
Cuando Laura se ha quedado dormida, me he levantado y me he asomado al balcón de la habitación del hotel. Hace una agradable brisa y mi cuerpo desnudo la agradece. He pensado en Iris, en qué estará haciendo, en si alguien besa sus labios, acaricia su piel y la ha llevado al orgasmo bebiendo de su sexo. He sentido un escalofrío recorrer mi espalda y me he preguntado por qué lo he hecho. Mi respuesta ha sido, "no tengo respuesta". Ojalá Iris me perdone algún día. Yo sé que no me perdonaré jamás.