Revista Literatura

Otros villanos (poesìa)

Publicado el 05 enero 2010 por Raulheraud
OTROS VILLANOS   (POESÌA)
Por: Raúl Heraud
La poesía peruana del nuevo milenio se manifiesta a través de una amplia diversidad de voces, de propuestas disímiles que provienen de las calles, las universidades, como es el caso de la antología poética Otros Villanos, (Pájaros en los cables editores) que nos brinda el trabajo de nueve jóvenes poetas, vinculados a la universidad Federico Villareal y que no es más que la confirmación de la tradición poética de esta casa de estudios. La calidad de los textos reunidos en este libro comienza a hacerse presente con la voz familiar de Alessandra Tenorio quien nos invita a recoger sus pasos por su inexpugnable casa “mientras yo /empezaba a construir mi casa/ con un patio de huéspedes/ para poner las semillas de mis hijos”. La foto familiar como recuerdo imperecedero: “a veces somos gallinas ciegas jugando a seguir voces/a veces solo espejo de nuestros deseos” sostenida, eternamente, en algún lugar de la memoria “cuando mi abuela tenía 5 años/ yo era rosada enorme nebulosa/ mi padre tenía sombrero con espuelas/ la casa era grande/ los hijos rubios/ y mi abuelo monosílabo y sin risa”.
Víctor Ruiz Velazco construye su reino mágico y críptico desde seres e historias personales “Ozymandias era pobre y malicioso, ya lo dije. /pero justo con la vida, la muerte/ y las grandes pasiones que hacen libres a los hombres”. Su poesía es como un viaje sin retorno “esperando que quinientos años después/ se descubra que aquellos orificios/ que decididamente talló sobre/los cuerpos desnudos de sus antepasados/no representaban los ojos de los Moai, / sino su ausencia”. Una habitación a oscuras, una puerta abierta donde se interpela al hombre “pero los muertos no hablan. / un cuerpo solo, no dice nada”.
Paola Roncal divaga entre la soledad y las renuncias por un amor insano “una botella me atrapa del cuello y mis ojos revientan otra vez”. La pérdida del centro vital y la dificultad para rehacerse “no puedo comprender que ecuación queda/ vacío o jazmines?” son los síntomas más claros de una poesía devastada por la desilusión “Corre, infártame, deshidrátame, llévate mis lágrimas y crea/ rocío, créame algo, que estoy quedando nada”.
Joe Montesinos hace del acto poético la interpretación de su yo errante, desquiciado “me enamoré de una puerta /claustrofóbica y labial”. Haciendo del poema una confesión, un acto de fe “nadie me avisó que tendría que ser parte/ de una condenada estructura/ yo dormía en las bancas/de los parques/ no tenía frío/ no tenía dientes” donde anidan miedos, deseos y tristes verdades “Mi corazón es azul por las mañanas/es un cenicero profundo por las tardes/un diluvio de luciérnagas por las noches/es un garabato de sol en el agua/es una bala refugiada/en un orate sin remedio”.
Las elucubraciones existenciales de Nadeshda Rodríguez proyectan una casa fantasmal donde los vínculos y las afirmaciones están prohibidos “y no quedarse para renegar/de la parentela adquirida, /vecinos/hermanos ingratos, /enamorado de la hija que no lavó los platos/y de Dios; que le quitó la capacidad de reproducir/más hijos que necesiten del buen cobijo”. Donde el amor y la vida adquieren una real dimensión desde el pasado “Desde un comienzo traspasaron tus dedos, /temores se asfixiaban en el laboratorio (…) Desde el origen sangró tu letra mujer, /ahora el doctor indica nuevo tratamiento.
Alberto Buendía nos muestra las sombras de una vida agónica, pasajera, “El tiempo fue como una hoja en el asfalto, /como una hoja a barrer/y que el viento alza por sobre los ojos”. Restos de humanidades que ya no son “Ah viejo ridículo/han pasado ya varios años/y aun sigues aquí entre nosotros/ cantando como lo haría un niño” y de idilios que no serán más “De ser así/no hubiera sido tu cuerpo en la orilla/ tu último recuerdo…”.
Margarita Babilonia se reconoce desde la figura idealizada, amada “querer ser la brisa eterna que llega a tu cuerpo” (…) “ahora/llamo a la vida para saber que no has sido un sueño”. Doliente e inalcanzable, su yo poético expía mucho más que culpas “! Oh, mi unicornio de nubes negras!/!Mátame para darme de la vida, del amor o del vivir!”.
Ilich Quispe transita y retrata las calles “Ligia ha perdido el bus/sigue en frente/callada/señalando/mirando talones/los apuntes con algún nombre/los libros marcados/sus iniciales” los recovecos de la casa perdida en el tiempo, “las cortinas fruncieron sus ondas/al notar – desilusionadas - / que no eran más oscuras que las/noches y los trajes del abuelo”. Pequeños slides que nos muestran una vida a colores y en blanco y negro “Huir tras la muerte con premura tal que/ sienta el pavor de mis pasos escapando de los tuyos”.
Milagros Vara denuncia su largo silencio, el poema habla por ella, para ella, “maldita sea mil veces callada/ NUNCA HABLO/los otros hablan por mí/ Y OTRA VEZ ME BUSCO” como intentando exorcizar su alma, sacudirse de sus oscuros deseos “Hasta cuándo tendremos/ que cargar/esta CRUZ SEXUAL” y de esa forma reconocerse desde una humanidad imperfecta y fatal “He caído en mi propio dogma/y en mi silencio/han esculpido mierda/he cedido cada paso y entregué/la ultima Hostia”.
Nueve poetas que no hacen más que confirmar su promisorio paso por este decenio que se acaba, unos más consolidados y quizá con mayor protagonismo que otros, pero al fin y al cabo un primer gran acercamiento a una poesía fresca, con sello villarrealino.
La Molina, diciembre de 2009

Volver a la Portada de Logo Paperblog