Todos conocen a William Temo, el maestro del dibujo. Comparto con él la asistencia a un club cultural de la zona. Allí nos reunimos varios artistas a hablar de arte, generar proyectos conjuntos y lo más importante, tomar vino y cerveza.Lo que quizá no conozcan de Temo, es su facilidad para la distracción. Hace poco se me acercó y me pidió el teléfono del viejo Harrinson, un gran crítico literario. Lo miré unos segundos y le sugerí una ouija. Sus ojos me interrogaron con recelo. ”¡Pero claro, hombre, lleva una década muerto!" exclamé.A la semana siguiente, volvió a acercarse. Me miró sonriendo. ”El viejo Harrinson le manda saludos, y dice que su última novela es una bosta".Me dejó la ouija sobre la mesa y guiñando un ojo se alejó. Había una nota al lado de la tabla: "Por si quiere refutarle".